jueves, 14 de julio de 2011

37. El Gobierno del Hogar


Principios guiadores para los padres
Los padres y las madres debieran dedicar su vida al estudio de cómo lograr que sus hijos se acerquen tanto a la perfección del carácter como puede lograrlo el esfuerzo humano combinado con la ayuda divina. Ellos han aceptado esta tarea con toda la importancia y responsabilidad que entraña, por el hecho de que trajeron hijos al mundo.

Se necesitan reglas para gobernar el hogar
Todo hogar cristiano debe tener reglas; y los padres deben, en sus palabras y su comportamiento mutuo, dar a los niños un precioso ejemplo vivo de lo que desean que lleguen a ser. Enseñad a los niños y jóvenes a ser fieles a Dios y a los buenos principios; enseñadles a respetar y obedecer la ley de Dios. Entonces esos principios regirán su vida y se cumplirán en sus relaciones con los demás. Dios mismo estableció las relaciones familiares. Su Palabra es la única guía segura en el gobierno de los hijos. La filosofía humana no ha descubierto más de lo que Dios sabe ni ha ideado, en lo que respecta a actuar con los niños, un plan más sabio que el dado por nuestro Señor. ¿Quién puede comprender todas las necesidades de los niños mejor que su Creador? ¿Quién puede interesarse más hondamente en su bienestar que Aquel que los compró con su propia sangre? Si la Palabra de Dios fuese estudiada cuidadosamente y obedecida con fidelidad, habría menos angustia en el alma de los padres por la conducta perversa de hijos malvados.

El respeto por los derechos de los niños
Recordad que los hijos tienen derechos que deben ser respetados. 118
Los niños tienen derechos que sus padres deben reconocer y respetar. Tienen derecho a recibir una educación y preparación que los hará miembros útiles de la sociedad, respetados y amados aquí, y les dará idoneidad moral para la sociedad de los santos y puros en la vida venidera. Debe enseñarse a los jóvenes que su bienestar presente y futuro depende en gran medida de los hábitos que adquieran en la niñez y la juventud. Deben acostumbrarse temprano a la sumisión, la abnegación y la consideración por la felicidad ajena. Debe enseñárseles a subyugar el genio vivo, a retener las palabras coléricas y a manifestar invariablemente bondad, cortesía y dominio propio.

Ni afecto ciego ni severidad indebida
Si bien no hemos de ceder al afecto ciego, tampoco debemos manifestar indebida severidad. Los niños no pueden ser llevados al Señor por la fuerza. Pueden ser conducidos, mas no arreados. Cristo declara: "Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen". No dice: Mis ovejas oyen mi voz y se las fuerza a seguir la senda de la obediencia. En el gobierno de los hijos, debe manifestarse amor. Nunca deben los padres causar pena a sus hijos por manifestaciones de dureza o exigencias que no sean razonables. La dureza empuja a las almas a la red de Satanás.

La obediencia no requiere dureza
Nadie se imagine que la dureza y la severidad sean necesarias para obtener obediencia. He visto casos en que se mantenía el gobierno familiar más eficaz sin una palabra o mirada dura. He estado con otras familias donde se daban constantemente órdenes en tono autoritario, y con frecuencia se administraban reprensiones y castigos severos. En el primer caso, los hijos seguían la conducta de los padres y rara vez se hablaban unos a otros en tono áspero. En el segundo, los hijos imitaban también el ejemplo paterno; y de la mañana hasta la noche se oían palabras de ira, críticas y disputas.

Las palabras duras suelen agriar el genio, hieren el corazón de los niños, y a veces esas heridas se curan difícilmente. Los niños resienten la menor injusticia, y al sufrirla algunos se desaniman 119 y entonces ya no querrán prestar atención a las órdenes dadas gritos y con ira, ni tampoco a las amenazas de castigo.
Existe el peligro de criticar con excesivo rigor las cosas pequeñas. Las críticas demasiado severas y los reglamentos muy rígidos inducen a despreciar toda reglamentación; y con el tiempo los niños así educados manifestarán el mismo desprecio por las leyes de Cristo.

Se necesita firmeza uniforme y desapasionada
Los niños son por naturaleza sensibles y amantes. Es fácil complacerlos, o hacerles sentirse desdichados. Mediante una disciplina suave de palabras y actos amables, las madres pueden ligar a sus hijos con su propio corazón. Es un grave error manifestar severidad y ser autoritario con los niños. La firmeza uniforme y un gobierno sereno son necesarios para la disciplina de toda familia. Decid con calma lo que queréis decir; obrad con consideración, y cumplid sin desviación lo que decís.

Hallaréis compensación si manifestáis afecto en vuestro trato con vuestros hijos. No los desalentéis por falta de simpatía hacia sus juegos, goces , y pesares infantiles. No permitáis jamás que un ceño frunza vuestras cejas ni que escape de vuestros labios una palabra dura. Dios escribe en su registro todas las palabras tales.
La falta de firmeza en el gobierno de la familia causa mucho daño; es en realidad tan mala como la falta absoluta de gobierno. Se pregunta a menudo: ¿Por qué resultan los hijos de padres religiosos tan frecuentemente tercos, desafiantes y rebeldes? El motivo reside en la preparación recibida en el hogar.

 Demasiado a menudo los padres no están unidos en su gobierno de la familia.
Un gobierno caprichoso, en el que una vez se sostienen las riendas con firmeza, y en otra ocasión se permite lo que se había condenado, significa la ruina para un niño.

Una ley para los padres y los hijos
Dios es nuestro Legislador y Rey, y los padres han de sujetarse a su gobierno. Este prohíbe toda opresión de parte de los padres y toda desobediencia de parte de los hijos. El Señor 120 abunda en bondad, misericordia y verdad. Su ley es santa, justa y buena, y debe ser acatada por padres e hijos. Los preceptos que han de regir la vida de padres e hijos proceden de un corazón rebosante de amor, y la rica bendición de Dios descansará sobre los padres que apliquen su ley en sus hogares y sobre los hijos que la acaten. Se ha de sentir la influencia combinada de la misericordia y la justicia. "La misericordia y la verdad se encontraron: la justicia y la paz se besaron". Las familias así disciplinadas andarán en el camino del Señor, para obrar justicia y juicio.121


(Felicidad Y Armonía En El Hogar de E. G. de White)

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