Influencias casi abrumadoras
La mala influencia que rodea a nuestros niños es casi abrumadora; está corrompiendo sus mentes y arrastrándolos a la perdición. Las mentes juveniles son por naturaleza dadas a la liviandad; y en tierna edad, antes que su carácter esté formado y su juicio maduro, manifiestan a menudo su preferencia por compañías que ejercen sobre ellos una influencia perjudicial. Si mi voz pudiese alcanzar a los padres en todo el país, los amonestaría a que no cedan a los deseos de sus hijos en lo que respecta a elegir compañeros o asociados. Poca consideración conceden los padres al hecho de que los jóvenes reciben las impresiones perjudiciales con más facilidad que las divinas. Por lo tanto, sus relaciones deben ser de la índole más favorable para que el desarrollo de la gracia y para que la verdad revelada en la Palabra de Dios arraigue en el corazón. Colóquese a los jóvenes en las circunstancias más favorables que se pueda; porque las compañías que frecuenten, los principios que adopten, los hábitos que contraigan, decidirán con certidumbre infalible la cuestión de su utilidad aquí y de sus intereses futuros y eterno.
Peligros de la libertad ilimitada
Padres, vuestros hijos y vuestras hijas no son debidamente guardados. Nunca debiera permitírselas ir y venir cuando les agrade, sin vuestro conocimiento ni consentimiento. La libertad ilimitada que se concede a los hijos en esta época ha causado la ruina de millares. ¡A cuántos se permite estar en la calle por la noche mientras que sus padres se conforman con permanecer 177 en la ignorancia acerca de las compañías que frecuentan! Demasiado a menudo eligen compañeros cuya influencia tiende tan sólo a desmoralizarlos. A cada hijo e hija debe pedírsele cuenta si se ausenta de la casa de noche. Los padres deben saber en qué compañía se hallan sus hijos, y en casa de quién pasan sus veladas. Algunos hijos engañan a sus padres con mentiras para evitar que quede expuesta su mala conducta.
Sin cultivo, las malezas predominan
Con demasiada frecuencia los padres dejan que sus hijos elijan por su cuenta sus diversiones, sus compañeros y su ocupación. El resultado es el que sería razonable esperar. Déjese un campo sin cultivo, y producirá espinas y cardos. Nunca se verá que una hermosa flor o un arbusto selecto sobresalga entre las malas hierbas venenosas y de mal aspecto. La zarza inútil crecerá en forma exuberante sin recibir el menor cuidado, mientras que otras plantas, apreciadas por su utilidad o belleza, requieren un cultivo esmerado.
Así sucede con nuestros jóvenes. Si se desea que adquieran hábitos correctos y se amolden a los buenos principios, hay que hacer una obra fervorosa. Corregir los malos hábitos es una tarea que requiere diligencia y perseverancia.
Restricciones firmes, pero bondadosas
Los padres no deben ceder a las inclinaciones de sus hijos, sino seguir la clara senda del deber que Dios trazó, y restringirlos con bondad, negarles con firmeza y determinación, aunque con amor, lo que deseen equivocadamente y alejar sus pasos del mundo hacia el cielo mediante la oración y esfuerzos fervientes y perseverantes. No se debe dejar que los niños vaguen por cualquier camino hacia el cual se sientan inclinados, ni que se desvíen de la senda recta entrando en avenidas abiertas por todos lados. Nadie corre mayor peligro que aquellos que no recelan del peligro y se impacientan frente a los consejos y a las palabras de cautela.
Hay que enseñar a los hijos
Debe educarse a los niños de tal manera que consideren normal la perspectiva de hacer frente a dificultades, tentaciones 178 y peligros. Se les debe enseñar a ejercer dominio sobre sí mismos y a vencer noblemente las dificultades; y si no se precipitan voluntariosamente al peligro ni se colocan innecesariamente en el camino de la tentación, si evitan las malas influencias y la sociedad viciosa, y luego se ven inevitablemente obligados a estar en compañía peligrosa, tendrán fuerza de carácter para quedar de parte del bien y de los buenos principios, y mediante la fuerza de Dios saldrán con su moralidad intacta. Las facultades morales de los jóvenes que han sido debidamente educados, y que pongan su confianza en Dios, podrán resistir la prueba más severa. 179
(Felicidad Y Armonía En El Hogar de E. G. de White)
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