Importancia de las influencias prenatales
Muchos padres creen que el efecto de las influencias prenatales es cosa de poca monta; pero el cielo no las considera así. El mensaje enviado por un ángel de Dios y reiterado en forma solemnísima merece que le prestemos la mayor atención. Al hablar a la madre hebrea [la esposa de Manoa], Dios se dirige a todas las madres de todos los tiempos. "Ha de guardar -dijo el ángel- todo lo que le mandé". El bienestar del niño dependerá de los hábitos de la madre. Ella tiene, pues, que someter sus apetitos y sus pasiones al dominio de los buenos principios. Hay algo que ella debe rehuir, algo contra lo cual debe luchar si quiere cumplir el propósito que Dios tiene para con ella al darle un hijo.
Si, antes del nacimiento de éste [su hijo], la madre procura complacerse a sí misma, si es egoísta, impaciente e imperiosa, estos rasgos de carácter se reflejarán en el temperamento del niño. Así se explica que muchos hijos hayan recibido por herencia tendencias al mal que son casi irresistibles. Pero si la madre se atiene invariablemente a principios rectos, si es templada y abnegada, bondadosa, apacible y altruista, puede transmitir a su hijo estos mismos preciosos rasgos de carácter.
Lo esencial del cuidado prenatal
Un error que se comete a menudo es el de no establecer diferencia alguna en la vida de una mujer cuando está por llegar a ser madre. Durante este período importante debe aligerarse su labor. Se están produciendo grandes cambios en su organismo. Este requiere mayor cantidad de sangre, y por lo tanto debe recibir más alimento, y de la calidad más nutritiva, para 91 que lo convierta en sangre. A menos que ella obtenga una abundancia de alimento nutritivo, no podrá conservar su fuerza física, y su descendencia quedará privada de vitalidad.
Su indumentaria también exige atención. Debe ejercerse cuidado para proteger el cuerpo y evitarle la sensación de enfriamiento. No conviene que la vitalidad sea atraída innecesariamente a la superficie para suplir la falta de ropa suficiente.
Si la madre se ve privada de una abundancia de alimento sano y nutritivo, su sangre será deficiente en cantidad y calidad. Tendrá mala circulación, y su hijo adolecerá de lo mismo. Se verá incapacitado para asimilar el alimento y convertirlo en buena sangre que nutra el organismo. La prosperidad de la madre y del niño depende mucho de que lleven ropa adecuada, bien abrigada, y de que obtengan suficiente alimento nutritivo.
Debe ejercerse mucho cuidado para que la madre esté en un ambiente agradable y feliz. El esposo y padre tiene la responsabilidad especial de hacer cuanto esté a su alcance para aligerar la carga de la esposa y madre. En todo lo posible debe llevar él la carga que representa la condición de ella. Debe ser afable, cortés, bondadoso y tierno, y prestar atención especial a todo lo que ella necesite.
El apetito solo no es guía segura
La idea de que, a causa de su condición especial, las mujeres pueden dar rienda suelta al apetito, es un error basado en las costumbres, pero no en el buen sentido. El apetito de las mujeres en tal condición puede ser variable, caprichoso y difícil de satisfacer; pero la costumbre les permite obtener cuanto se les antoje, sin consultar la razón para saber si el tal alimento puede suplir nutrición para su cuerpo y para el desarrollo de su hijo. El alimento debe ser nutritivo, pero no excitante. Si en alguna época se necesita sencillez en la alimentación y cuidado especial en cuanto a la calidad de lo ingerido, es durante este plazo importante.
Las mujeres que se rigen por buenos principios, y que hayan sido bien instruidas, no se apartarán de la sencillez en la alimentación, y mucho menos durante ese período. Considerarán 92 de ellas depende otra vida, y serán cuidadosas en todos sus hábitos.
Se necesita dominio propio y templanza
Las necesidades físicas de la madre no deben descuidarse en manera alguna. Dos vidas dependen de ella, y sus deseos deben ser cariñosamente atendidos, y sus necesidades satisfechas con liberalidad. Pero en este período más que nunca debe evitar, en su alimentación y en cualquier otro asunto, todo lo que pudiera menoscabar la fuerza física o intelectual. Por mandato de Dios mismo, la madre está bajo la más solemne obligación de ejercer dominio propio. La base de un carácter correcto en el hombre futuro queda afirmada por hábitos de estricta temperancia de parte de la madre antes de que nazca el niño. Esta lección no debe considerarse con indiferencia.
Conserve una actitud de paz y confianza
La que espera ser madre debe conservar el amor de Dios en su alma. Su ánimo debe estar en paz; debe descansar en el amor de Jesús y practicar sus palabras. Debe recordar que las madres colaboran con Dios. 93
(Felicidad Y Armonía En El Hogar de E. G. de White)
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