miércoles, 29 de agosto de 2018

XIII. LA PERSONALIDAD: 67. LA DISPOSICIÓN


Diversidad de disposiciones.
No todos tienen los mismos talentos ni la misma disposición. Los obreros difieren en sus planes e ideas. Se necesitan diversos dones combinados para el éxito de la obra. Recordemos que algunos pueden desempeñar ciertas posiciones con más éxito que otros. El obrero que ha recibido tacto y habilidad que lo capacitan para desempeñarse en un aspecto especial de la obra, no debería culpar a los demás por no ser capaces de hacer lo que él tal vez puede hacer fácilmente. ¿Acaso no hay otras cosas que sus compañeros de trabajo pueden hacer con mucho más éxito que él?­ Ev 80 (1903).

Diferentes disposiciones, diferentes enfoques.
Toda asociación en la vida requiere el ejercicio del dominio propio, hábitos y educación, que nuestra manera de ver las cosas varía mucho. Juzgamos de modos distintos. Nuestra comprensión de la verdad, nuestras ideas acerca del comportamiento en la vida, no son idénticas en todos los aspectos. No hay dos personas cuyas experiencias sean iguales en todo detalle. Las pruebas de uno no son las de otro. Los deberes que a uno le parecen fáciles, son para otro en extremo difíciles y lo dejan perplejo.­ MC 384 (1905).  642

Diversidad de disposiciones en la familia.
Con frecuencia existen en la misma familia notables diferencias de temperamento y carácter, pues está dentro de los planes de Dios que se relacionen personas de temperamentos variados. Cuando esto sucede, cada miembro del hogar debiera considerar como sagrados los sentimientos y los derechos de los otros y debiera respetarlos. De esta manera se cultivarán la consideración mutua y la tolerancia, se suavizarán los prejuicios y se alisarán las asperezas del carácter. Si puede lograrse la armonía y la combinación de los diversos temperamentos será para beneficio mutuo.­ CN 190 (1886).

Los padres transmiten su disposición.
Tanto los padres como las madres están comprendidos en esta responsabilidad. Ambos padres transmiten a sus hijos sus propias características, mentales y físicas, su temperamento y sus apetitos.­
PP 604 (1890).

Disposiciones heredadas.
Dios quiere que nos ayudemos mutuamente mediante la manifestación de simpatía y amor abnegado. Hay quienes han heredado caracteres y disposiciones peculiares. Son difíciles de tratar, pero, ¿somos perfectos nosotros? No se los debe desanimar. No debemos hacer de sus errores una propiedad común. Cristo se compadece y ayuda a los que comenten errores de juicio. Sufrió la muerte por cada hombre, y por eso mismo tiene un interés personal y profundo por todo ser humano.­ 
9T 222 (1909).

Hagamos que nuestra disposición sea dulce.
"Velad y orad", es una orden a menudo repetida en las Escrituras. En la vida de los que obedezcan esta orden, habrá una subcorriente de felicidad, que beneficiará a todos aquellos con quienes traten. Los que tienen una disposición agria e irritable, se volverán buenos y amables; los orgullosos se volverán mansos y humildes.­ 
CM 279 (ed. PP); 224 (ed. ACES) (1913). 643

La regularidad y el orden mejoran la disposición.
Si los jóvenes forman hábitos de regularidad y orden, mejorarán en salud, en energía, en memoria y en carácter.­ CN 104 (1897).

La disposición puede ser modificada.
Dada su misericordia, el Señor revela a los hombres sus defectos ocultos. Él quiere que los seres humanos examinen con espíritu crítico las complejas emociones y móviles de su propio corazón, y disciernan lo que está mal, modifiquen su manera de ser y refinen sus modales. Dios anhela que sus siervos conozcan su propio corazón. Para que éstos puedan darse cuenta a ciencia cierta de su situación, el Señor permite que se vean sometidos al fuego de la aflicción, y así se purifiquen.­ 
MeM 94 (1894).

La disposición lúgubre socava la eficiencia del maestro.
Más que nadie, el encargado de educar a los jóvenes debe precaverse contra el ceder a una disposición sombría o lóbrega; porque ella le impedirá simpatizar con sus alumnos, y sin simpatía no puede beneficiarlos. No debemos oscurecer nuestra propia senda o la ajena con la sombra de nuestras pruebas. Tenemos un Salvador a quien recurrir, en cuyo oído compasivo podemos volcar toda queja. Podemos confiarle todos nuestros cuidados y preocupaciones, y entonces nuestra labor no parecerá difícil ni severas nuestras pruebas.­ 
CM 221, 222 (ed. PP); 178 (ed. ACES) (1913).

Combinemos la simpatía con la integridad.
La religión de Jesús ablanda cuanto haya de duro y brusco en el genio, y suaviza los modales toscos y violentos. Hace amables las palabras y atrayente el porte. Aprendemos de Cristo a combinar la pureza y la integridad con una disposición alegre. Un cristiano bondadoso y cortés es el argumento más poderoso que se pueda presentar en favor del cristianismo.­ OE 128 (1915). 644

La alimentación inadecuada malogra la disposición.
Muchos echan a perder su ánimo o disposición comiendo en forma impropia. Debemos ser tan cuidadosos para aprender las lecciones de la reforma pro salud como lo somos para tener nuestros estudios perfectamente preparados; porque los hábitos que adoptamos en este sentido ayudan a formar nuestro carácter para la vida futura. Es posible que uno eche a perder su experiencia espiritual por un mal uso del estómago.­ CRA 150 (1908).

El consumo de carne produce una disposición irritable.
Dios no sustrajo la carne de la alimentación de los hebreos en el desierto simplemente para mostrar su autoridad, sino para su bien, para que pudieran preservar su fortaleza física y moral. Él sabía que el uso del alimento animal fortalece las pasiones animales y debilita el intelecto. Sabía que la satisfacción del apetito de los hebreos mediante la carne debilitaría sus facultades morales, y los pondría en una disposición irritable tal que la vasta multitud llegaría a ser insubordinada, perdería el alto sentido de sus obligaciones morales y rehusaría ser legislada por las sabias leyes de Jehová.­ Te 141, 142 (1876).

El azúcar y la disposición.
El azúcar no es bueno para el estómago. Causa fermentación, y esto anubla la mente y trae mal humor.­ CRA 389 (1901).

Cómo suavizar una disposición perversa.
El progreso en la experiencia cristiana se caracteriza por el incremento de la humildad, como resultado del aumento del conocimiento. Quienes estén unidos con Cristo se apartarán de la iniquidad.
Les digo, en el temor de Dios, que se me ha mostrado que muchos de ustedes perderán la vida eterna porque están edificando sus esperanzas celestiales sobre un falso fundamento. Dios los está dejando librados a ustedes mismos, "para humillarlos y probarlos, a fin de saber. . . qué hay en  645 sus corazones". Han descuidado las Escrituras. Desprecian y rechazan los Testimonios porque éstos reprenden sus pecados acariciados y perturban su complacencia propia. 
Cuando se alberga a Cristo en el corazón, su imagen se manifiesta en la vida. La humildad reinará donde antes predominaba el orgullo. La sumisión, la mansedumbre y la paciencia suavizarán los rasgos ásperos de una disposición naturalmente perversa e impetuosa. El amor a Jesús se manifestará en el amor a su pueblo. No será vacilante ni espasmódico, sino tranquilo, profundo y fuerte.
La vida del cristiano estará desprovista de toda pretensión, libre de toda afectación, artificio y falsedad. Será ferviente, verdadera, sublime. Cristo aparecerá en cada palabra. Se lo verá en cada acto. La vida resplandecerá con la luz del Salvador que mora interiormente. En comunión con Dios y en la feliz contemplación de las cosas celestiales, el alma se preparará para el cielo y trabajará para atraer a otras almas al redil de Cristo. Nuestro Salvador es capaz y está dispuesto a hacer por nosotros más de lo que podemos pedir y aun pensar.­ 5T 49, 50 (1882).

Dios puede modelar la disposición.
No importa cómo sea su disposición, Dios es capaz de modelarla para que sea dulce y semejante a la de Cristo. Al vivir por la fe, usted puede separarse de todo lo que no esté de acuerdo con la voluntad de Dios, para así introducir el cielo en su vida aquí abajo. ¿Lo hará? Si lo hace, habrá luz en cada paso que dé.­ Ms 91, 1901.

Una bendición para los enfermos.
Dios usará la disposición agradable y el carácter hermoso para bendecir a los enfermos. Las verdades de la Palabra de Dios poseen un poder santificador y transformador. Si se las recibe en el corazón y se las pone en práctica en la vida, serán un sabor de vida para vida. Que los que están empleados en nuestras instituciones sean de tal naturaleza que la luz de la verdad resplandezca en las palabras que pronuncian cada día y en 646 sus acciones. Sólo a los tales puede aceptar Cristo como sus obreros.­ Ms 69, 1909; (MM 173).

Armonía entre las distintas disposiciones.
La armonía y la unión existentes entre hombres de diversas tendencias es el testimonio más poderoso que pueda darse de que Dios envió a su Hijo al mundo para salvar a los pecadores. A  nosotros nos toca dar este testimonio; pero para hacerlo, debemos colocarnos bajo las órdenes de Cristo; nuestro carácter debe armonizar con el suyo, nuestra voluntad debe rendirse a la suya. Entonces trabajaremos juntos sin contrariarnos.­ 3JT 246 (1904).

Una disposición imbuida de gratitud y paz.
De todas las cosas buscadas, apreciadas o cultivadas, no hay nada tan valioso a la vista de Dios como un corazón puro, una disposición rebosante de agradecimiento y paz.­ 1JT 579 (1881).

La resurrección no cambiará la disposición.
Si queréis ser santos en el cielo, debéis ser santos primero en la tierra. Los rasgos de carácter que cultivéis en la vida no serán cambiados por la muerte ni por la resurrección. Saldréis de la tumba con la misma disposición que manifestasteis en vuestro hogar y en la sociedad.­ 
HAd 12 (1891). 647

XIII. LA PERSONALIDAD. 66. NECESIDADES EMOCIONALES.



*Las razones de la existencia.
La ley de Dios es una ley de amor. Él nos rodeó de hermosura para enseñarnos que no estamos en la tierra únicamente para mirar por nosotros mismos, para cavar y construir, para trabajar e hilar, sino para hacer la vida esplendorosa, alegre y bella por el amor de Cristo. Así como las flores, hemos de alegrar otras vidas con el misterio del amor.­ DMJ 83 (1896).

El amor satisface las necesidades íntimas.
El amor debe ser el principio que impulse a obrar. El amor es el principio fundamental del gobierno de Dios en los cielos y en la tierra, y debe ser el fundamento del carácter del cristiano. Sólo esto puede habilitarlo para resistir la prueba y la tentación.­ PVGM 29, 30 (ed. PP); 28 (ed. ACES) (1900).

Cultiven el amor.
Hay que cultivar el amor a Dios y al prójimo, porque es tan precioso como el oro. Necesitamos ahora representar de la mejor manera posible el carácter de la 632  religión pura e incontaminada que, tanto por su naturaleza como por sus requerimientos, es lo contrario del egoísmo. Un amor como el que Cristo ejemplificó es incomparable; su valor supera al del oro, la plata o las piedras preciosas. Debemos orar por el amor que Cristo poseía, y procurarlo. El cristiano que lo posea tendrá un carácter que estará por encima de las debilidades humanas.­ Carta, 335, 1905.

Todos necesitan amor.
La razón por la cual hay tantos hombres y mujeres de corazón duro en nuestro mundo, es que el verdadero afecto ha sido considerado debilidad, y se lo ha desalentado y reprimido. Lo mejor de la naturaleza de las personas de esta clase ha sido pervertido y empequeñecido en la infancia, y a menos que los rayos de la luz divina logren derretir su frialdad y la dureza de su corazón egoísta, la felicidad de los tales está sepultada para siempre. Si quisiéramos tener corazones tiernos, como el que tuvo Jesús cuando estuvo sobre la tierra, y una simpatía santificada, como la que tienen los ángeles por los mortales pecadores, cultivaríamos la simpatía de los niños, que es la sencillez misma.­
3T 539 (1875).

El corazón: una fuente de amor.
Ni el Hno. K ni su esposa tienen experiencia en hacer sacrificios en favor de la verdad, en ser ricos en buenas obras, mediante el depósito de sus tesoros en el cielo. No han ejercido cuidado, ni simpatía, ni paciencia con sus hijos dependientes y amantes. Han consultado su propia conveniencia egoísta. Sus corazones no han sido una fuente capaz de alimentar surtidores vivientes de ternura y afecto. Al bendecir a los demás con amables palabras de amor y actos de misericordia y benevolencia, recibirán una bendición ellos mismos. Han sido muy estrechos en el ámbito de su utilidad.­ 2T 649, 650 (1871).

El amor al yo destruye la paz.
Es el amor a uno mismo lo que destruye nuestra paz. Mientras viva el yo, estaremos siempre dispuestos a protegerlo contra los insultos y la 633  mortificación; pero cuando hayamos muerto al yo y nuestra vida esté escondida con Cristo en Dios, no tomaremos a pecho los desdenes y desaires. Seremos sordos a los vituperios y ciegos al escarnio y al ultraje. "El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, más se goza en la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor nunca deja de ser" (1 Cor. 13: 4-8).­ DMJ 19 (1896).

La seguridad se basa en el pensamiento recto.
Debemos sentir siempre el poder ennoblecedor de los pensamientos puros. La única seguridad para el alma consiste en pensar bien, pues acerca del hombre se nos dice: "Cuál es su pensamiento en su alma, tal es él" (Prov. 23: 7). El poder del dominio propio se acrecienta con el ejercicio. Lo que al principio parece difícil, se vuelve fácil con la práctica, hasta que los buenos pensamientos y acciones llegan a ser habituales. Si queremos, podemos apartarnos de todo lo vulgar y degradante y elevarnos hasta un alto nivel, donde gozaremos del respeto de los hombres y del amor de Dios.­ MC 392 (1905).

La falta de afecto produce depravación.
En las abominaciones de los cananeos, el Señor presentó a Israel los resultados que tiene la comunión con los espíritus malos; eran sin afectos naturales, idólatras, adúlteros, asesinos y abominables por todos sus pensamientos corrompidos y prácticas degradantes.­ PP 744 (1890).

El fruto de la malicia es la muerte.*
El espíritu de odio y de venganza tuvo su origen en Satanás, y lo llevó a dar muerte al Hijo de Dios. Quienquiera que abrigue malicia u 634 odio, abriga el mismo espíritu; y su fruto será la muerte. En el pensamiento vengativo yace latente la mala acción, así como la planta yace en la semilla. "Todo aquel que aborrece a su hermano es homicida; y sabéis que ningún homicida tiene vida eterna permanente en él" (1 Juan 3: 15). DMJ 51 (1896).

La necesidad de amistad.
Muchos podrían estar libres de las influencias pecaminosas si estuvieran rodeados de buenas amistades y si se les dirigieran palabras bondadosas y amables.­ 4T 364 (1879).

Es natural que busquemos sociabilidad.
Es natural buscar compañía. Cada uno hallará compañeros o los hará. Y la intensidad de la amistad determinará la influencia que los amigos ejerzan unos sobre otros, para bien o para mal. Todos tendrán amistades, influirán en ellas y recibirán su influencia. 
Es misterioso el vínculo que une los corazones humanos de manera que los sentimientos, los gustos y los principios de dos personas quedan íntimamente fusionados. Uno recibe el espíritu del otro y copia sus modales y actos. Así como la cera conserva la figura del sello, la mente retiene la impresión producida por el trato y la asociación con otros. La influencia puede ser inconsciente, mas no por eso es menos poderosa.­ 1JT 585 (1881).

El hombre fue creado para la sociabilidad.
El Señor creó al hombre para la sociabilidad, y es su propósito que estemos imbuidos de la naturaleza bondadosa y amable de Cristo, y que por medio de la amistad nos unamos en íntima relación como hijos de Dios, a fin de hacer una obra para el tiempo y la eternidad.­ 
Carta 26a, 1889; (MM 48, 49).

El orgullo destruye la amistad.
Ellos [los enemigos de Cristo] percibían la majestad, la pureza y la belleza de la verdad, [Jesús] con su influencia profunda y suave, echaba hondas 635 raíces en muchas mentes. . . [Jesús] estaba derribando la muralla de separación que había levantado su orgullo y su exclusivismo [de los fariseos], y temieron que, si se lo permitían, alejaría completamente de ellos al pueblo. Por eso lo seguían con resuelta hostilidad, al acecho de alguna ocasión para malquistarlo con la muchedumbre, lo cual permitiría al Sanedrín obtener su condenación y su muerte.­ DMJ 45 (1896).

El compañerismo y el carácter.
Se ha dicho con verdad: "Dime con quién andas y te diré quién eres". Los jóvenes no comprenden cuán sensiblemente quedan afectados su carácter y su reputación por su elección de compañías. Uno busca la compañía de aquellos cuyos gustos, hábitos y prácticas congenian con los suyos.
El que prefiere la sociedad de los ignorantes y viciosos a la de los sabios y buenos, demuestra que su propio carácter es deficiente. Puede ser que al principio sus gustos y hábitos sean completamente diferentes de los gustos y hábitos de aquellos cuya compañía procura; pero a medida que trata con esta clase, cambian sus pensamientos y sentimientos; sacrifica los buenos principios, e insensible, aunque inevitablemente, desciende al nivel de sus compañeros. Como un arroyo adquiere las propiedades del suelo donde corre, los principios y hábitos de los jóvenes se tiñen invariablemente del carácter de las compañías que tratan.­ 
CM 212 (ed. PP); 170, 171 (ed. ACES) (1913).

Una relación que todos deberían desarrollar.
Dios nos ha unido como miembros de una familia, y todos deberíamos alentar esta relación. Hay servicios que debemos prestar a los demás que no podemos ignorar si hemos de guardar los mandamientos de Dios. Vivir, pensar y obrar para uno mismo equivale a convertirse en inútiles como siervos de Dios. Los títulos resonantes y los grandes talentos no son esenciales para ser buenos ciudadanos y cristianos ejemplares.­ 4T 339, 340 (1879). 636

Un vínculo de unión.
El más tierno vínculo terrenal es el que une a la madre con su hijo. El niño se impresiona más con la vida y el ejemplo de la madre que con los del padre; porque los une un vínculo más fuerte y más tierno. Las madres tienen una pesada responsabilidad. Si yo pudiera comunicarles la obra que pueden hacer para moldear las mentes de sus hijos, sería feliz.­ 2T 536 (1870).

Cristo, el mayor amigo.
Las compañías tienen gran importancia. Podemos formar muchas amistades agradables y provechosas; pero ninguna es tan valiosa como la que se forma cuando el hombre finito se relaciona con el Dios infinito. Cuando estamos unidos a él de esa manera, las palabras de Cristo moran en nosotros. . . El resultado se revelará en un corazón purificado, una vida sobria, un carácter inmaculado. Pero solamente merced al trato y la asociación con Cristo podemos asemejarnos a él, ejemplo único e impecable.­ MeM 196 (1885).

Consuelo para la mente y paz para el alma.
El médico que demuestre que es digno de ser nombrado director del sanatorio, hará una gran obra. Pero su tarea en el aspecto religioso debería ser siempre de tal naturaleza, que el antídoto divino para el alivio de las almas abrumadas por el pecado esté siempre presente delante de los pacientes. Todos los médicos deberían comprender que hay que hacer esta obra con ternura y sabiduría. Cuando se traen para su tratamiento pacientes mentales a nuestras instituciones, las consoladoras palabras de verdad dirigidas al afligido serán a menudo el medio para calmar la mente y restaurar la paz del alma.­ 
Carta 20, 1902; (MM 189).

Un don de Dios.
Todo buen impulso o aspiración es un don de Dios; la fe recibe de Dios la única vida que puede producir desarrollo y eficiencia verdaderos.
 Ed 253 (1903).

La íntima satisfacción de hacer el bien.
El altruismo, 637 principio básico del reino de Dios, concita el odio de Satanás, que niega hasta su misma existencia. Desde el comienzo del gran conflicto ha tratado de demostrar que los principios que constituyen el fundamento de la actividad divina son egoístas, y califica del mismo modo a todos los que sirven a Dios. La obra de Cristo y la de todos los que llevan su nombre consiste en refutar las acusaciones de Satanás. 
Jesús vino en forma humana para ofrecer en su propia vida un ejemplo de altruismo. Y todos los que aceptan este principio deben ser colaboradores con él, demostrándolo en la vida práctica. Escoger la justicia por la justicia misma; ponerse de parte de la verdad aunque cueste sufrimiento y sacrificio, "ésta es la herencia de los siervos de Jehová, y su salvación de mí vendrá, dijo Jehová" (Isa. 54: 17).­ 
Ed 154, 155 (1903).

La Ley de Dios permite que haya confianza y cooperación.
Por todo lo que hace posible la confianza y la cooperación, el mundo es deudor a la Ley de Dios, según la da su Palabra, y según se puede encontrar aún, en rasgos a menudo oscuros y casi borrados, en el corazón de los hombres.­ Ed 137 (1903).

Éxito versus dinero.
Cuando nos pongamos en la debida relación con Dios, tendremos éxito dondequiera que vayamos; y si lo que deseamos es tener una vida de éxito y no dinero, Dios nos la dará porque él sabe todo lo relacionado con nuestra abnegación. Conoce cada sacrificio que hemos realizado. Podéis pensar que vuestra abnegación carece de importancia, que deberíais recibir más consideración, pero es importante delante del Señor.
Se me ha mostrado repetidamente que cuando las personas comienzan a buscar salarios cada vez más elevados, en su experiencia ocurre algo que los coloca en terreno desventajoso. Pero cuando aceptan un sueldo que pone de manifiesto su abnegación, el Señor ve su renunciamiento personal y les proporciona éxito y victoria. Esto me ha sido 638 presentado en repetidas ocasiones. El Señor que ve en secreto recompensará públicamente cada sacrificio que sus siervos leales hayan estado dispuestos a realizar.­ 2MS 205 (1913).

La seguridad no depende de las riquezas.-
Muchos creen que encontrarán seguridad en las riquezas terrenales. Pero Cristo trata de eliminar del ojo de ellos la mota que oscurece su visión para capacitarlos de modo que puedan ver el más excelente y eterno peso de gloria. Están confundiendo fantasmas con la realidad, y han perdido de vista las glorias del mundo eterno. Cristo los invita a proyectar su mirada más allá del presente para añadir eternidad a su visión.­ Carta 264, 1903; (SD 247).

La confianza en Dios da verdadera seguridad.
Satanás sabe muy bien que el alma más débil, pero que permanece en Jesús, puede más que todas las huestes de las tinieblas, y que si se presentase abiertamente se le haría frente y se le resistiría. Por esto trata de atraer a los soldados de la cruz fuera de su baluarte, mientras que él mismo permanece con sus fuerzas en emboscada, listo para destruir a todos aquellos que se aventuren a entrar en su territorio. Sólo podemos estar seguros cuando confiamos humildemente en Dios y obedecemos todos sus mandamientos.­ CS 584, 585 (1888).

Dios ofrece seguridad.
Dios desea que escojamos lo celestial en vez de lo terrenal. Nos presenta las posibilidades de una inversión celestial. Quisiera estimular nuestros más elevados blancos, asegurar nuestro más selecto tesoro. Declara: "Haré más precioso que el oro fino al varón, y más que oro de Ofir al hombre" (Isa. 13: 12). Cuando hayan sido arrasadas las riquezas que la polilla devora y el orín corrompe, los seguidores de Cristo podrán regocijarse en su tesoro celestial: las riquezas imperecederas.­
PVGM 308 (ed. PP); 264 (ed. ACES) (1900). 639

Influencia santificadora de la verdad.
La única seguridad para toda alma consiste en pensar con rectitud. Debemos emplear todos los medios que Dios ha puesto a nuestro alcance para el gobierno y cultivo de nuestros pensamientos. Tenemos que poner nuestras mentes en armonía con su mente. Su verdad nos santificará en cuerpo, alma y espíritu, y recibiremos poder para elevarnos por encima de la tentación. Las palabras que pronunciemos entonces serán sabias.­ Carta 123, 1904.

Cuando se aplica la verdad mejora la salud.
Cuando los hombres que se han complacido en hábitos incorrectos y prácticas pecaminosas se rinden al poder de la verdad divina, la aplicación de esa verdad al corazón revitaliza las facultades morales que parecían estar paralizadas. El receptor llega a tener una comprensión más fuerte y más clara que antes de que su alma se asegurase a la Roca eterna. Aun su salud física mejora al darse cuenta de que está seguro en Cristo. La bendición especial de Dios, que descansa sobre el receptor, es de por sí salud y fuerza.­ Te 96 (1890).

Alivio de la culpa.
El paralítico encontró en Cristo curación para su alma y para su cuerpo. Necesitaba la salud del alma antes de poder apreciar la salud del cuerpo. Antes de poder sanar la enfermedad física, Cristo tenía que infundir alivio al espíritu y limpiar el alma de pecado. No hay que pasar por alto esta lección. Actualmente miles que adolecen de enfermedades físicas desean, como el paralítico, oír el mensaje: "Tus pecados te son perdonados". La carga del pecado, con su desasosiego y sus deseos nunca satisfechos, es la causa fundamental de sus enfermedades. No podrán encontrar alivio mientras no acudan al Médico del alma. La paz que él solo puede dar devolverá el vigor a la mente y la salud al cuerpo.­
 MC 52 (1905).

Fortaleza para el día.
Los ángeles, que harán por vosotros lo que no podéis hacer por vosotros mismos, esperan 640 vuestra cooperación. Esperan que respondáis a la atracción de Cristo. Acercaos a Dios y uno al otro. Mediante vuestros deseos, vuestras oraciones silenciosas, vuestra resistencia a los instrumentos satánicos, poned vuestra voluntad de parte de la de Dios. Mientras tengáis el deseo de resistir al diablo, y oréis sinceramente diciendo: "Líbrame de la tentación", tendréis fortaleza para el día.
La obra de los ángeles consiste en acercarse a los probados, tentados y sufrientes. Trabajan mucho tiempo e incansablemente para salvar a las almas por las cuales Cristo murió.­ HHD 38 (1899).  641

viernes, 17 de agosto de 2018

XIII. LA PERSONALIDAD: 65. LA INDOLENCIA.


*La obligación de desarrollar al máximo el intelecto.
Dios requiere el adiestramiento de las facultades mentales. Él se propone que sus siervos posean más inteligencia y más claro discernimiento que los mundanos, y le desagradan aquellos que son demasiado descuidados o indolentes para llegar a ser obreros eficientes, bien informados. El Señor nos manda que lo amemos con todo el corazón, con toda el alma, con toda la fuerza, y con toda la mente. Esto nos impone la obligación de desarrollar el intelecto hasta su máxima capacidad, para que podamos conocer y amar a nuestro Creador con todo el entendimiento.­ 
PVGM 268 (ed. PP); 233 (ed. ACES) (1900).

El hombre encuentra felicidad en el trabajo.
Adán tenía temas como motivos de contemplación en las obras de Dios en el Edén, que era el cielo en miniatura. Dios no creó al hombre meramente para que contemplara las gloriosas obras de Dios. Por eso le dio manos para trabajar así como mente y corazón para meditar. Si la felicidad del hombre hubiese consistido en no hacer nada, el Creador no le hubiera asignado un trabajo a Adán. El hombre había de encontrar 627 felicidad tanto en el trabajo como en la meditación.­ 1CBA 1096 (1874).

La ociosidad es la mayor maldición.
La Biblia no aprueba la ociosidad. Esta es la mayor maldición que aflige a nuestro mundo.­ PVGM 278 (ed. PP); 241 (ed. ACES) (1900).

Hagamos las tareas diarias con alegría.
Algunos creen que las riquezas y la ociosidad son bendiciones en sí mismas; pero los que siempre están ocupados y cumplen gozosamente sus tareas cotidianas, son los más dichosos y gozan de mejor salud que nadie. El cansancio que resulta del trabajo bien organizado les asegura los beneficios de un sueño reparador. La sentencia de que el hombre debe trabajar para ganarse el pan de cada día, y la promesa de felicidad y gloria futuras, provienen del mismo trono, y ambas son bendiciones.­ 
MeM 172 (1901).

Felicidad en el cumplimiento de los deberes asignados.
La verdadera felicidad se encuentra solamente al ser buenos y al hacer el bien. El gozo más puro y elevado corona a los que cumplen fielmente los deberes que les han sido encomendados.­ 
MeM 172 (1901).

La ociosidad puede conducir al desaliento.
El desaliento es con frecuencia resultado de un ocio indebido. La ociosidad proporciona tiempo para albergar pesares imaginarios. Muchos que no tienen verdaderas dificultades ni contratiempos en el presente, con seguridad los piden prestados del futuro. Si esas personas tratan de aliviar las cargas de los demás, deberían olvidar las propias. Un trabajo enérgico que invite a la acción, tanto de las facultades mentales como de las físicas, es una bendición inestimable para la mente y el cuerpo.­ ST, 15 de junio de 1882.

El desarrollo del carácter.
Recordad que en cualquier puesto en que sirváis, reveláis qué móvil os inspira y 628 desarrolláis vuestro carácter. Cuanto hagáis, hacedlo con exactitud y diligencia; dominad la inclinación a buscar tareas fáciles.­ MC 399 (1905).

Adiestremos la mente para que no mire al yo.
Debería adiestrarse la mente para que no mire al yo, para que se espacie en temas elevados y ennoblecedores. No permitamos que las preciosas horas de la vida se malgasten en soñar con alguna gran obra a realizar en el futuro, mientras se descuidan los pequeños deberes de la actualidad.­ ST, 15 de junio de 1882.

La inactividad es perjudicial para la salud.
Los inválidos no deberían resignarse a la inactividad. Esto es sumamente perjudicial para la salud. Hay que ejercer fuerza de voluntad; hay que vencer la aversión al ejercicio activo y el temor a asumir toda clase de responsabilidades. Nunca recuperarán la salud a menos que se desembaracen de esa condición mental de indiferencia y somnolencia, y se levanten para ponerse en acción.­ 
ST, 15 de junio de 1882.

Demasiado indolentes para usar sus facultades.
Los que sean demasiado indolentes para asumir sus responsabilidades y ejercitar sus facultades, no recibirán la bendición de Dios, y la habilidad que tenían les será quitada y dada a los obreros activos y celosos que aumentan sus talentos como consecuencia del uso constante.­ 4T 458, 459 (1880).

El trabajo bien regulado es esencial 
para el éxito.
Algunos jóvenes piensan que si pudieran pasar toda la vida sin hacer nada serían extremadamente felices. Ellos cultivan odio por el trabajo útil. Envidian a los hijos del placer que dedican sus vidas a la diversión y la alegría. . . La infelicidad y la angustia son el resultado de tales pensamientos y conducta. "No hacer nada" ha hundido en la perdición a más de un joven.
El trabajo bien regulado es esencial para el éxito de 629 cada joven. Dios no habría podido infligir una maldición mayor sobre los hombres y las mujeres que condenarlos a una vida de inacción. La ociosidad destruirá el alma y el cuerpo. Se debilitan el corazón, el carácter moral y las energías físicas. El intelecto sufre, y el corazón queda expuesto a la tentación como una avenida abierta para hundirse en todo vicio. El hombre indolente tienta al diablo a que lo tiente.­ NEV 224 (1871).

El hábito de la indolencia perjudica 
(consejo a los padres).
Uds. han sido ciegos a la influencia que el enemigo ha ejercido sobre sus hijos. Las tareas del hogar, inclusive el cansancio, no los habrían perjudicado ni en la quincuagésima parte de lo que lo ha hecho la indolencia habitual. Habrían escapado de muchos peligros si se los hubiera instruido para que ocuparan su tiempo en una tarea útil. No habrían contraído esa disposición inquieta, ese deseo de cambios y de sociabilidad. Se habrían evitado muchas tentaciones a la vanidad y a entregarse a entretenimientos que no aprovechan, a la lectura liviana, a la conversación ociosa y a la insensatez. Habrían ocupado el tiempo en tareas más satisfactorias y evitado esa gran tentación de buscar la compañía del sexo opuesto y de disculpar su mala conducta. La vanidad y el afecto, la inutilidad y el pecado, definidamente han sido los resultados de esa indolencia.­ 4T 97, 98 (1876).

Para tensar cada músculo.
Al hombre se le concede una parte en la gran lucha por la vida eterna; debe responder a la obra del Espíritu Santo. Se requiere una lucha para quebrantar los poderes de las tinieblas, y el Espíritu obra en él para lograrlo. Pero el hombre no es un ser pasivo, que deba ser salvado en la indolencia. Se lo llama a tensar cada músculo y a ejercer cada facultad en la lucha por la inmortalidad; pero es Dios quien completa la eficiencia.
No hay ser humano que pueda ser salvado en la indolencia. El Señor nos exhorta diciendo: "Esforzaos por 630 entrar por la puerta angosta; porque os digo que muchos procurarán entrar, y no podrán" (Luc. 13: 24). "Ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella; porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan" (Mat. 7: 13, 14).­Ms 16, 1896. 631

jueves, 14 de junio de 2018

XIII. LA PERSONALIDAD: 64. LOS HÁBITOS.


*La Biblia nos da los principios.
La Palabra de Dios abunda en principios generales para la formación de hábitos correctos de vida, y los testimonios, generales y personales, han sido considerados para atraer su atención más especialmente a esos principios.­ 2JT 279 (1889).

Como una red de hierro.
Una vez formado, el hábito es como una red de hierro. Ud. intentará luchar desesperadamente contra él, pero no podrá romperlo. Su única conducta segura consiste en edificar para el tiempo y la eternidad.­ 
Carta 117, 1901.

Las reglas del hábito.
Todos tienen el deber de observar reglas estrictas en sus hábitos de vida. Esto es para vuestro propio bien, estimados jóvenes y señoritas, tanto en sentido físico como moral. Cuando os levantáis en la mañana, considerad hasta donde os sea posible el trabajo que debéis realizar durante el día. Si es necesario, tened una libreta de apuntes para anotar las cosas que debéis hacer, y estableced un tiempo en el cual llevar a cabo vuestro trabajo.­ Ev 473 (1897). 620

La regularidad en los hábitos mejora la salud.
Nuestro Dios es un Dios de orden, y quiere que sus hijos estén dispuestos a organizarse y ponerse bajo su disciplina. ¿No sería mejor, por lo tanto, romper el hábito de hacer de la noche día, y noche las primeras horas de la mañana? Si los jóvenes quisieran formar hábitos de regularidad y orden, mejorarían su salud, su espíritu, su memoria y su disposición.­ 
YI, 28 de enero de 1897.

Eliminemos la causa de la enfermedad.
Los hábitos correctos, practicados con inteligencia y perseverancia, eliminarán la causa de la enfermedad, y no habrá necesidad de recurrir a drogas fuertes. Muchos avanzan paso a paso hacia sus complacencias antinaturales, que producen un estado de cosas también antinatural.­ 
Ms 22, 1887; (MM 222).

Los hábitos apropiados fomentan la salud.
La salud puede ser lograda mediante hábitos de vida apropiados, y puede esperarse, inclusive, que rinda interés. Pero este capital, más precioso que cualquier cuenta bancaria, puede ser sacrificado por la intemperancia en el comer y el beber, y así permitir que los órganos se malogren por causa de la inacción. Hay que dejar a un lado las complacencias preferidas; la haraganería debe ser vencida.­
4T 408 (1880).

Hábitos que degradan las facultades superiores.
Todo hábito que no promueva la acción saludable en el organismo humano, degrada las más altas y nobles facultades. Los hábitos erróneos concernientes al comer y al beber conducen a errores en el pensamiento y la acción.­ 
RH, 25 de enero de 1881; (CH 67).

Victoria sobre los hábitos preestablecidos.
Los hábitos e ideas preestablecidos deben ser vencidos en muchos casos, antes de que podamos
 avanzar en la vida religiosa.­ 
RH, 21 de junio de 1887; (FE 118). 621

Es difícil desaprender los malos hábitos (consejo a un administrador).
Será difícil para Ud. hacer ahora los cambios en su carácter que Dios le pide que haga, porque ya en su juventud le era difícil ser puntual y rápido para la acción. Cuando el carácter ya está formado, los hábitos fijados, y las facultades mentales y morales se han vuelto firmes, es sumamente difícil desaprender los malos hábitos y ser rápidos para actuar.

Ud. debería comprender cuál es el valor del tiempo. No tiene excusa si deja a un lado el trabajo importante, por desagradable que sea, con la esperanza de no hacerlo en absoluto, o con la idea de que se torne menos desagradable, mientras ocupa ese tiempo en asuntos agradables que realmente no son urgentes. Debería hacer primero lo urgente y lo que tiene vital interés para la causa, y sólo abordar los asuntos menos importantes después de haber llevado a cabo los esenciales. 

La puntualidad y la decisión en la obra de Dios son fundamentales. Las demoras son virtuales derrotas. Los minutos son de oro y deben ser aprovechados de la mejor manera posible. Las relaciones terrenales y los intereses personales siempre deberían ser secundarios. Nunca deberíamos permitir que la causa de Dios sufra en lo más mínimo por causa de nuestros amigos terrenales o nuestros parientes más queridos.­ 3T 499, 500 (1875).

Las tendencias heredadas y cultivadas se convierten en hábitos.
La gran tendencia de Judas hacia el mal, heredada y cultivada, fue la codicia. Y al llevarla a la práctica se convirtió en un hábito que él manifestó en todos los negocios. Los principios cristianos de rectitud y justicia no tenían lugar en sus ventas ni en sus compras. Sus hábitos económicos desarrollaron en él una actitud mezquina que se convirtió en una trampa fatal. La obtención de ganancias fue la medida de su experiencia religiosa, y toda verdadera justicia estaba subordinada a esto. Aunque en lo externo seguía siendo discípulo, en la misma presencia de Cristo se 622 apropió de medios que pertenecían a la tesorería del Señor.­ Ms 28, 1897.

Los hábitos deciden el futuro.
Hay que recordar que la juventud está formando hábitos que, en nueve casos de cada diez, decidirán su futuro. La influencia de las compañías que tienen, de las amistades que entablan y de los principios que adoptan, los acompañarán toda la vida.­ 4T 426 (1880).

Los malos hábitos se forman 
con más facilidad que los buenos.
Los niños son especialmente susceptibles a las impresiones; y las lecciones que aprenden en los primeros años los acompañarán toda la vida. Toda la información que adquieran nunca contrarrestará los malos resultados de la falta de disciplina en la infancia. Un descuido, repetido a menudo, forma hábito. Una mala acción prepara el camino para otra. Esa acción, repetida, forma hábito.

Los malos hábitos se forman con más facilidad que los buenos, y se los abandona con más dificultad. Se necesita menos tiempo y menos trabajo para malograr la disposición de un niño, que para imprimir principios y hábitos de justicia sobre las tablas del alma. Sólo mediante una constante vigilancia y una acción que contrarreste el mal, podemos tener esperanza de que la disposición se enderece.

El Señor estará con ustedes, madres, mientras tratan de formar buenos hábitos en sus hijos. Pero tendrán que empezar pronto el proceso de adiestramiento, o su futura tarea será muy difícil. Enséñenles línea sobre línea, precepto sobre precepto, un poquito aquí y un poquito allá. Recuerden que sus hijos pertenecen a Dios, y que deben convertirse en hijos e hijas de él. Su intención es que las familias de la tierra sean muestras de la familia del cielo.­ RH, 5 de diciembre de 1889.


Los hábitos rara vez cambian.
Los actos repetidos en cierto sentido se convierten en hábitos. Estos pueden 623 modificarse mediante una severa educación, en la vida posterior, pero rara vez se cambian. Una vez que se ha formado un hábito, se imprime más y más firmemente en el carácter.­ 
CN 185 (1880).

Atacar los malos hábitos de otros surte poco efecto.
Poca utilidad tiene el intento de reformar a los demás atacando de frente lo que consideremos malos hábitos suyos. Tal proceder resulta a menudo más perjudicial que benéfico. En su conversación con la samaritana, en vez de desacreditar el pozo de Jacob, Cristo presentó algo mejor. "Si conocieses el don de Dios [dijo] y quién es el que te dice: Dame de beber: tú pedirías de él, y él te daría agua viva" (Juan 4: 10). Dirigió la plática al tesoro que tenía para regalar y ofreció a la mujer algo mejor que lo que ella pose, el agua de vida, el gozo y la esperanza del evangelio.­ MC, 114 (1905).

El deseo de reforma procede del anhelo de hacer lo Correcto.
Es verdad que algunas veces los hombres se avergüenzan de sus caminos pecaminosos y abandonan algunos de sus malos hábitos antes de darse cuenta de que son atraídos a Cristo. Pero cuando hacen un esfuerzo por reformarse, nacido de un sincero deseo de hacer el bien, es el poder de Cristo el que los está atrayendo. Una influencia de la cual no se dan cuenta obra sobre el alma, la conciencia se vivifica y la vida externa se enmienda. Y a medida que Cristo los induce a mirar su cruz y contemplar a quien han traspasado sus pecados, el mandamiento es percibido por la conciencia. Se les revela la maldad de su vida, el pecado profundamente arraigado en su alma. Comienzan a entender algo de la justicia de Cristo, y exclaman: "¿Qué es el pecado, para que exigiera un sacrificio tal por la redención de su víctima? ¿Fueron necesarios todo este amor, todo este sufrimiento, toda esta humillación, para que no pereciéramos, sino que tuviéramos vida eterna?".­ CC 25 (1892). 624

Los malos hábitos deben ser vencidos.
Al contemplar como por medio de un espejo la gloria del Señor, Señor, transformados a su imagen, de gloria en gloria, por su Espíritu. Esperamos demasiado poco, y recibimos de acuerdo con nuestra fe. No debemos aferrarnos a nuestros propios métodos, planes e ideas; debemos ser transformados por la renovación de nuestra mente, para que podamos comprobar "cual sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta".
Los pecados que nos asedian deben ser vencidos, y los malos sentimientos deben ser desarraigados, y un carácter santo y santas emociones deben ser engendrados en nosotros por el Espíritu de Dios.­ Carta 57, 1887.

Cuando nos oponemos a los malos hábitos, éstos ofrecen la más vigorosa resistencia; pero si la lucha prosigue con energía y perseverancia, es posible vencerlos.­ 4T 655 (1881).


La gracia de Cristo quebranta los malos hábitos.
Los hombres necesitan aprender que no pueden poseer en su plenitud las bendiciones de la obediencia, sino cuando reciben la gracia de Cristo. Esta es la que capacita al hombre para obedecer las leyes de Dios y para liberarse de la esclavitud de los malos hábitos. Es el único poder que puede hacerlo firme en el buen camino y ayudarlo a permanecer en él.­ MC 78 (1905).

Por medio del poder de Cristo, los hombres y las mujeres han quebrantado las cadenas de los hábitos pecaminosos. Han renunciado al egoísmo. El profano se transforma en reverente, el borracho en sobrio, el libertino en puro. Las almas que reflejaban la imagen de Satanás han llegado a transformarse a la imagen de Dios.­ HAp 392 (1911).

Pensamientos y actos correctos pueden convertirse en hábitos.
La única seguridad para el alma consiste en pensar bien, pues acerca del hombre se nos dice: "Cuál es su pensamiento en su alma, tal es él" (Prov. 23: 7). El poder del 625 dominio propio se acrecienta con el ejercicio. Lo que al principio parece difícil, se vuelve fácil con la práctica, hasta que los buenos pensamientos y acciones llegan a ser habituales.­ MC 392 (1905). EGW MCP2 MHP