Llega hasta la eternidad
La esfera de la madre puede ser humilde; pero su influencia, unida a la del padre, es tan perdurable como la eternidad. Después de Dios, el poder de la madre en favor del bien es el más fuerte que se conozca en la tierra. Muy poco se percata la madre de que su influencia en la educación juiciosa de sus hijos atraviesa con tanto poder las vicisitudes de esta vida para extenderse hasta la venidera e inmortal. Para formar un carácter de acuerdo con el Modelo celestial se requiere mucha labor fiel, ferviente y perseverante; pero será recompensada, porque Dios es galardonador de todo trabajo bien dirigido en la salvación de almas.
De tal madre, tales hijos
El vínculo terrenal más tierno es el que liga a la madre con su hijo. Este queda más impresionado por la vida y el ejemplo de la madre que por la del padre, porque aquélla y el niño se ven unidos por un vínculo más fuerte y tierno. Los pensamientos y sentimientos de la madre ejercerán una influencia poderosa sobre el legado que deje a su hijo. Si ella permite que su mente se espacie en sus propios sentimientos, si cede al egoísmo, si es regañona y exigente, la disposición de su hijo lo reflejará. Así es como muchos han recibido en herencia tendencias casi invencibles hacia el mal. El enemigo de las almas comprende este asunto mucho mejor que numerosos padres. Despliega sus tentaciones contra la madre, sabiendo que si ella no le resiste, él puede por su intermedio afectar a su hijo. La única esperanza de la madre se cifra en Dios. A él puede huir en procura de fuerza y gracia; y su búsqueda no será en vano.82
Sana influencia de una madre paciente
En el transcurso del día se oye gritar muchas veces: ¡Mamá, mamá! Primero el llamamiento es el de una voz angustiada, y luego de otra. En respuesta, la madre debe volverse de un lado a otro para atender a las demandas. Uno de los hijos está en dificultad y necesita que la sabia cabeza de la madre lo libre de su perplejidad. Otro está tan complacido con alguno de sus juguetes que quiere que su madre lo vea, pues piensa que le agradará tanto como a él. Una palabra de aprobación infundirá alegría a su corazón por varias horas. Muchos preciosos rayos de luz y gozo puede derramar la madre aquí y allí entre sus preciosos pequeñuelos. ¡Cuán estrechamente puede ligarlos a su corazón, de modo que su presencia transforme para ellos cualquier lugar en el más asoleado del mundo!
Pero con frecuencia esas numerosas pruebas menudas, que casi no parecen merecer atención, agotan la paciencia de la madre. Las manos traviesas y los pies inquietos le ocasionan mucho trabajo y perplejidad. Debe sujetar firmemente las riendas del dominio propio, o escaparán de sus labios palabras de impaciencia. Vez tras vez está a punto de perder la calma, pero una oración silenciosa dirigida a su Redentor compasivo serena sus nervios, y puede dominarse con tranquila dignidad. Habla con voz queda, pero le ha costado un esfuerzo refrenar las palabras duras y subyugar los sentimientos de ira, que, de haberse expresado, habrían destruido su influencia, cuya reconquista habría requerido tiempo.
Lo que el mundo debe a las madres
El día de Dios revelará cuánto debe el mundo a las madres piadosas por los hombres que defendieron resueltamente la verdad y las reformas, hombres que fueron audaces para obrar y avanzar, que permanecieron indómitos entre pruebas y tentaciones; hombres que antes que los honores mundanales o la vida misma prefirieron los altos y santos intereses de la verdad y de la gloria de Dios. 83
(Felicidad Y Armonía En El Hogar de E. G. de White)
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