martes, 8 de octubre de 2019

XIV. LOS PENSAMIENTOS Y SU INFLUENCIA: 74. LAS DUDAS.


Misterios que no podemos sondear.
La Palabra de Dios, como el carácter de su divino Autor, presenta misterios que nunca podrán ser plenamente comprendidos por seres finitos. La entrada del pecado en el mundo, la encarnación de Cristo, la regeneración, la resurrección y otros muchos asuntos que se presentan en la Biblia, son misterios demasiado profundos para que la mente humana los explique, o aun para que los capte plenamente siquiera. Pero no tenemos razón para dudar de la Palabra de Dios porque no podamos entender los misterios de su providencia.  
En el mundo natural estamos siempre rodeados de misterios que no podemos sondear. Aun las formas más humildes de la vida presentan un problema que el más sabio de los filósofos es incapaz de explicar. Por todas partes se presentan maravillas que superan nuestro conocimiento. ¿Debemos sorprendernos de que en el mundo espiritual haya también misterios que no podamos sondear? La dificultad está únicamente en la debilidad y estrechez de la mente humana. Dios nos ha dado en las Santas Escrituras pruebas suficientes del carácter divino de ellas, y no debemos dudar de su Palabra porque no podamos entender los misterios de su providencia.­ CC 107, 108 (1892). 698

La posibilidad de dudar no se ha eliminado.
Si bien es cierto que Dios ha dado pruebas evidentes para la fe, él no quitará jamás todas las excusas que pueda haber para la incredulidad. Todos los que buscan motivos de duda los encontrarán. Y todos los que rehusan aceptar la Palabra de Dios y obedecerla antes que toda objeción haya sido apartada y que no se encuentre más motivo de duda, no llegarán jamás a la luz.
La desconfianza hacia Dios es producto natural del corazón irregenerado, que está en enemistad con él. 
Pero la fe es inspirada por el Espíritu Santo y no florecerá más que a medida que se la fomente. Nadie puede robustecer su fe sin un esfuerzo determinado. La incredulidad también se robustece a medida que se la estimula; y si los hombres, en lugar de meditar en las evidencias que Dios les ha dado para sostener su fe, se permiten ponerlo todo en tela de juicio y entregarse a cavilaciones, verán confirmarse más y más sus dudas.­ CS 582 (1888).

El peso de la evidencia.
Los que desean dudar, tendrán abundante ocasión para ello. Dios no se propone evitarnos toda oportunidad de ser incrédulos. El da evidencias, que deben ser investigadas cuidadosamente con mente humilde y espíritu susceptible de ser enseñado; y todos deben decidir por el peso de la evidencia. Dios da suficiente evidencia para que el espíritu sincero pueda creer; pero el que se aparta del peso de la evidencia porque hay unas pocas cosas que su entendimiento finito no puede aclarar, será dejado en la atmósfera fría y helada de la incredulidad y de la duda, y perderá su fe.­ 2JT 290 (1889).

No confíe en los sentimientos (consejo a alguien que dudaba).
El gran plan misericordioso consiste desde el principio del tiempo en que cada alma afligida confíe en el amor de Dios. Su seguridad en este momento, cuando su mente está torturada por la duda, se basa en el hecho de que no debe confiar en sus sentimientos sino en el Dios viviente. 699 Todo lo que el Señor le pide es que ponga su confianza en él, reconociéndolo como su fiel Salvador, que lo ama y le ha perdonado todos sus errores y equivocaciones.­ Carta 299, 1904.

Ningún pensamiento de duda debería ver 
la luz del día.
Velad tan fielmente como lo hizo Abrahán para que los cuervos o las aves de presa no se posen sobre vuestros sacrificios u ofrendas a Dios. Hay que cuidar cada pensamiento de duda, de tal modo que no salga a la luz del día por haberlo expresado. La luz siempre se aleja de las palabras que honran a los poderes de las tinieblas. La vida de nuestro Señor resucitado debería manifestarse diariamente 
en nosotros.­ 2MS 279 (1892). 

Quien duda en forma crónica es egocéntrico.
Es una gran desgracia dudar constantemente, con el ojo y los pensamientos concentrados en uno mismo. Mientras se contemple a sí mismo, mientras el yo y sus pensamientos sean el tema de su conversación, no podrá esperar que se lo transforme a la imagen de Cristo. El yo no es su salvador. No tiene en sí mismo cualidades redentoras. El "yo" es un bote agujereado, y no le conviene embarcar su fe en él. Si Ud. pone su confianza en él, 
ciertamente se hundirá.
¡El bote salvavidas, el bote salvavidas es su única seguridad! Jesús es el capitán del bote salvavidas, y nunca ha perdido un solo pasajero.
Uds. que dudan y están desanimados, ¿cómo pueden esperar que sus corazones resplandezcan con el amor de Cristo? ¿Cómo pueden esperar que su gozo permanezca y sea cumplido en Uds. si siguen meditando en sus propios caracteres imperfectos y alimentándose de ellos?­ Carta 11, 1897.

Fe versus incredulidad.
No nos damos cuenta de cuánto perdemos por causa de la incredulidad. Si no tenemos fe estaremos librando una batalla perdida. Tenemos un Salvador 700  que comprende cada aspecto de nuestra vida. Conoce nuestros desalientos y sabe exactamente qué ayuda necesitamos. Debemos tener fe en él, una fe que obre por el amor y que purifique el alma.­ Ms 41, 1908.
La fe crece gracias a los conflictos que tiene con las dudas; la virtud aumenta en fortaleza al resistir las tentaciones.­ YI, abril de 1873.

Alberguemos fe.
No hay nada que fomente la incredulidad. El Señor manifiesta su gracia y su poder vez tras vez, y esto debe enseñarnos que siempre es provechoso, en todas las circunstancias, fomentar la fe, hablar de la fe, proceder con fe. No debemos permitir que nuestros corazones y nuestras manos se debiliten al permitir que las sugestiones de mentes incrédulas planten en nuestros corazones las semillas de duda y desconfianza [Heb. 3: 12].­ 7CBA 939, 940 (1898).

La duda produce enfermedades nerviosas.
La seguridad de la aprobación de Dios promueve la salud física. Fortalece al alma contra la duda, la perplejidad y el pesar excesivo que, con tanta frecuencia, minan las fuerzas vitales y causan enfermedades nerviosas tremendamente debilitantes y aflictivas. El Señor ha empeñado su palabra infalible de que sus ojos estarán sobre los justos, y sus oídos abiertos a sus oraciones, pero que está contra todos los que proceden mal. Nos imponemos un trabajo muy arduo cuando tomamos un camino que pone al Señor contra nosotros.­ 3CBA 1164 (1883).

Ninguna sospecha debería dominar la mente.
Ni la sospecha ni la desconfianza deberían posesionarse de nuestra mente. Ningún temor acerca de la grandeza de Dios debería confundir nuestra fe. Que Dios nos ayude a humillarnos con mansedumbre y sencillez. Cristo depuso su ropaje real y su corona regia, a fin de asociarse con la humanidad, y demostrar que los seres humanos pueden llegar a ser perfectos. 701 Ataviado con el ropaje de la misericordia, él vivió una vida perfecta en nuestro mundo, para mostrarnos su amor. Él ha llevado a cabo aquello que debería tornar imposible el no creer en él. 
Descendió de su elevada posición en la corte celestial para tomar sobre sí la naturaleza humana. Su vida es un ejemplo de lo que deberían ser las nuestras. Para que el temor a la grandeza de Dios no borrara nuestra creencia en el amor de Dios, Cristo se convirtió en varón de dolores, experimentado en quebrantos. Si el ser humano le entrega el corazón, éste se convertirá en un arpa sagrada que producirá música sacra.­ 
2MS 290, 291 (1904).

No hay excusa para hablar de desánimo.
"El cual [el Padre] nos ha librado de la potestad de las tinieblas" (Col. 1: 13). Si esto es cierto, ¿qué excusa tenemos entonces para hablar acerca del desánimo, la incredulidad y la duda, para rodearnos de tinieblas como si éstas fueran un manto? Hagamos retroceder la oscura sombra de la duda, poniéndola a un lado para que la lleve Satanás, originador de toda duda y desánimo. Él está tratando de extender su sombra infernal a lo largo de nuestra senda. Nuestra fe debe pasar a través de la oscura nube de la duda y la incredulidad y aferrarse del brazo de Cristo, que está más allá.­ Ms 102, 1901.

Cómo rechacé la sombra de la duda.
Cuando Satanás tiende su sombra infernal sobre mi senda, no la miro ni hablo de ella, ni glorifico al diablo hablando de él y de su poder, y de los momentos difíciles que me ha hecho pasar. No, atravieso la sombra, y por fe me aferro de Jesucristo. Al contemplarlo somos "transformados de gloria en gloria a su misma semejanza". Hablen acerca de la fe. Cada duda que manifiestan es una semilla que se siembra, y esa semilla echará raíces en algún corazón. No querramos pronunciar una sola palabra de duda para alabar así al diablo por el gran poder que ha ejercido con el fin de mantenernos en sujeción. 702  No; Cristo me ha adquirido y me ha redimido. Satanás no tiene poder sobre mí.­ 
Ms 16, 1894.

Falsas ideas acerca de Dios.
Satanás triunfa cuando puede inducir a los hijos de Dios a la incredulidad y al desaliento. Se regocija cuando nos ve desconfiar de Dios, dudando de su buena voluntad y de su poder para salvarnos. Le agrada hacernos sentir que el Señor nos hará daño 
por sus providencias.
Es la obra de Satanás representar al Señor como falto de compasión y piedad. Tergiversa la verdad respecto a él. Llena la imaginación de ideas falsas con relación a Dios; y en vez de espaciarnos en la verdad respecto de nuestro Padre celestial, muchísimas veces fijamos la mente en las falsas representaciones de Satanás y deshonramos a Dios desconfiando de él y murmurando contra él.  
Satanás siempre procura presentar la vida religiosa como una vida de tinieblas. Desea hacerla aparecer penosa y difícil; y cuando el cristiano, por su incredulidad, presenta en su vida la religión bajo este aspecto, secunda la falsedad de Satanás.­ CC 117 (1892).

Cierre la puerta de su corazón a las dudas.
Cuando venga el diablo con sus dudas y sus incredulidades, cierre la puerta de su corazón. Cierre los ojos para no ver su sombra infernal. Levántelos para que puedan contemplar las cosas eternas, tendrá fortaleza en cada momento. La prueba de su fe es mucho más preciosa que el oro. . . la da valor para librar la batalla del Señor, "porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes" (Efe. 6: 12).
Satanás reclama el mundo como suyo. Pretende que sea suyo. Entonces, ¿le daremos lo que reclama? No. Yo soy propiedad de otro. He sido comprada por precio, y mi tarea consiste en glorificar a Dios en mi cuerpo y en mi espíritu. 703 No tengo tiempo para hablar acerca de la incredulidad. Debo hablar acerca de la fe. Tengo que fortalecer la fe por medio del ejercicio. Y entonces mi fe crecerá a medida que me aventure basándome en las promesas de 
Dios, y así puedo abarcar cada vez más.
Bendito, bendito Jesús. Lo amo porque es mi consuelo, mi esperanza, mi oportunidad y mi recurso. No sólo para mí sino también para ustedes como individuos. Quiero que usted se considere propiedad suya. Ponga su rostro como pedernal y oriéntelo en dirección del monte de Sión. Decida que allí hay un tesoro que usted puede conseguir.­ Ms 17, 1894.

Una palabra de duda da lugar a muchas más.
Una sola palabra de duda, o relativa a malos pensamientos y malas expresiones, da lugar a muchas más de la misma clase. Es la siembra de una semilla que dará lugar a una cosecha que nadie tendrá interés en levantar.­ Carta 117, 1896.

Las semillas de la duda yacen ocultas.
Los que están perturbados por las dudas y tienen dificultades que no pueden resolver, no deberían arrojar a otras mentes débiles en las mismas perplejidades. Algunos han sugerido su incredulidad, han hablado acerca de ella, y la han transmitido a otros, sin darse cuenta del efecto que esto produce. En algunos casos las semillas de incredulidad han producido un efecto inmediato, mientras que en otros han permanecido sepultadas por mucho tiempo, hasta que el individuo ha asumido una conducta equivocada y le ha dado lugar al enemigo, se le ha quitado la luz de Dios y ha caído bajo las poderosas tentaciones de Satanás. Entonces las semillas de incredulidad, que habían sido sembradas hacía tanto tiempo, comenzaron a germinar. Satanás las cultivó, y dieron su fruto.
Todo lo que provenga de los ministros que deberían estar en la luz, ejerce una poderosa influencia. Y cuando no permanecen en la clara luz de Dios, Satanás los usa como instrumentos suyos, y lanza sus dardos de fuego por medio 704 de ellos hacia las mentes que no están preparadas para resistir lo que estaban recibiendo de sus 
ministros.­ 1T 378 (1863).

Nuestro deber es creer.
Crean que la palabra de Dios no fallará, sino que el que prometió es fiel. Es deber de Uds. creer que Dios cumplirá su palabra y perdonará sus pecados, tanto como lo es el confesarlos. Deben ejercer fe en Dios como en alguien que hará justamente lo que ha dicho, a saber, perdonarles todas sus transgresiones.
¿Cómo podemos saber que el Señor es realmente nuestro Salvador, que perdona nuestros pecados, y así experimentar profundamente su bendición, la gran gracia y el amor que ha asegurado a los de contrito corazón, a menos que creamos cabalmente en su palabra? Oh, cuántos hay que andan dolientes, pecando y arrepintiéndose, siempre bajo una nube de condenación. No creen en la palabra del Señor. No creen que obrará como lo ha dicho.­ Carta 10, 1893.

El amor al pecado es la causa de la duda.
Disfráceselo como se quiera, el amor al pecado es casi siempre la causa real de la duda y el escepticismo. Las enseñanzas y restricciones de la Palabra de Dios no agradan al corazón orgulloso, amante del pecado; y los que no quieren obedecer sus mandamientos, fácilmente dudan de su autoridad. Para llegar al conocimiento de la verdad, debemos tener un deseo sincero de conocer la verdad, y buena voluntad en el corazón para obedecerla. Todos los que estudien la Biblia con este espíritu, encontrarán abundante evidencia de que es la Palabra de Dios y pueden obtener un conocimiento de sus verdades que los hará sabios para la salvación.­ CC 112, 113 (1892).

Fomentadas por quienes no caminan rectamente.
La duda y la incredulidad son fomentadas por los que no caminan rectamente. Son penosamente conscientes de que su vida no soportará la prueba del Espíritu de Dios, ya sea 705 hablando mediante su Palabra, o mediante los testimonios de su Espíritu que los llevarían a su Palabra. En vez de comenzar con su propio corazón y ponerse en armonía con los puros principios del evangelio, encuentran faltas y condenan precisamente los medios que Dios ha elegido para preparar a un pueblo que esté en pie en el día del Señor.­ 1MS 51 (1883).

Dudas consideradas como hechos reales.
El método general que se aplica para educar a los jóvenes, no cumple con la norma de la verdadera educación. La infidelidad está entretejida en los temas que se publican en los libros de texto, y se considera que los oráculos de Dios son cuestionables y hasta objetables. De este modo las mentes de los jóvenes se familiarizan con las sugerencias de Satanás, y las dudas que antes se albergaban se convierten supuestamente en hechos probados, y la investigación científica que se lleva a cabo resulta engañosa como consecuencia de la manera como se interpretan y se pervierten los descubrimientos hechos.­ 
YI, 31 de enero de 1895; (MM 90).

Qué hacer con la duda.
Ud. hiere el corazón de Cristo al dudar, cuando él nos ha dado tantas evidencias de su amor al dar su vida para salvarnos para que no pereciéramos sino que tuviéramos vida eterna. Nos ha dicho exactamente lo que tenemos que hacer: "Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar" (Mat. 11: 28).­ 
Carta 10, 1893.

Las dudas desaparecen cuando somos bendición para los demás.
Hay muchos que se quejan de sus dudas, que se lamentan de inseguridad en su relación con Dios. Esto a menudo es consecuencia de que no están haciendo nada en favor de la causa del Señor. Traten fervientemente de ayudar y bendecir a los demás, y sus dudas y desánimo desaparecerán.­ 5T 395 (1885).
Los que están constantemente hablando de sus dudas y 706 exigiendo evidencia adicional para disipar su nube de incredulidad, no están edificando sobre la Palabra. Su fe reposa sobre circunstancias; se basa en los sentimientos. Pero éstos por placenteros que sean, no son fe. La Palabra de Dios es el fundamento sobre el cual se debe edificar nuestra esperanza del cielo.­ Carta 11, 1897.

La Duda Crece Cuando Se Habla De Ella (consejo a un ministro que dudaba).
Vi que los ángeles de Dios lo contemplaban con pesar. Habían salido de su lado y se alejaban tristes, mientras Satanás y sus ángeles hacían muecas entusiasmados por causa de Ud. Si hubiera luchado contra sus dudas y no hubiera animado al diablo para que lo tentara hablando acerca de su incredulidad, deseoso de referirse al tema, no habría atraído tantos ángeles caídos a su alrededor. Pero decidió hablar de sus tinieblas; decidió referirse a ellas; y mientras más hablaba y más se refería a ellas, más sombrío se volvía.
Se está apartando de todo rayo de luz del cielo, y se está abriendo un gran abismo entre Ud. y los únicos que pueden ayudarlo. Si continúa así como ha comenzado, la miseria y el dolor estarán delante de Ud. Dios lo detendrá de una manera que no le gustará. Su ira no se adormecerá. Ahora lo está invitando. Ahora, precisamente ahora lo invita a que vuelva a él sin demora, y por su gracia le perdonará todas sus apostasías, y lo sanará de ellas. Dios está conduciendo a un pueblo peculiar. Lo limpiará y lo purificará de modo que esté preparado para la traslación. Eliminará todo lo carnal de su tesoro peculiar, hasta que éste se asemeje al oro purificado siete veces.­ 1T 430, 431 (1864). 

Permita que los rayos de luz disipen las sombras de la duda.
Necesitamos llenarnos de toda la plenitud de Dios, y entonces tendremos vida, poder, gracia y salvación.
¿Cómo podremos lograr estas grandes bendiciones? Cristo murió para que pudiéramos recibirlas por la fe en su nombre. Nos ha ofrecido ampliamente luz y vida. Entonces, ¿por 707 qué tenemos que insistir en fijar clavos para colgar en ellos nuestras dudas? ¿Por qué tenemos que llenar la galería de la mente con los sombríos cuadros de la duda? ¿Por qué no permitimos que los brillantes rayos del Sol de Justicia resplandezcan en las cámaras del corazón y la mente, y disipen las sombras de la incredulidad? 
Vuélvanse a la Luz, a Jesús, el precioso Salvador.
En lugar de contemplar las fallas y los defectos de otro ser humano, vuélvanse para considerar a Aquel en quien no hay imperfección. Jesús es el "señalado entre diez mil", el que es "todo amable". Ningún ser humano debe ser nuestro modelo. Dios nos ha dado un modelo perfecto en su Hijo unigénito, y al contemplarlo nos transformaremos a su imagen. Miren a Cristo, cuyo trono es alto y sublime, y cuyo manto de gloria llena el templo.­ Ms 23, sin fecha. 708  2 MCP

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