miércoles, 6 de julio de 2011

21. Deben Compartirse las Cargas


El deber del padre no puede delegarse
El deber del padre hacia sus hijos no puede delegarse a la esposa. Si ella cumple su propio deber, tiene bastante carga que llevar. Únicamente si obran de concierto pueden el padre y la madre cumplir la obra que Dios confió a sus manos. El padre no debe excusarse de hacer su parte en la obra de educar a sus hijos para esta vida y para la inmortalidad. Debe compartir la responsabilidad. Tanto el padre como la madre tienen obligaciones. Los padres han de manifestarse mutuamente amor y respeto, si quieren ver estas cualidades desarrollarse en sus hijos.

"Con miradas animosas y buenas palabras, el padre debe alentar y sostener a la madre en su obra y sus cuidados".

Su cariño y consideración alivian la carga de la madre
Cualquiera que sea la vocación del padre y cualesquiera que sean sus perplejidades, debe él conservar en su casa el mismo rostro sonriente y tono placentero con que saludó todo el día a los visitantes y a los extraños. Sienta la esposa que puede apoyarse en los amplios afectos de su esposo, que los brazos de él la fortalecerán y sostendrán en todos sus afanes y cuidados, que su influencia apoyará la de ella, y su carga perderá la mitad de su peso.

Los deberes domésticos son sagrados e importantes; sin embargo a menudo adolecen de una monotonía cansadora. Los incontables cuidados y perplejidades se vuelven irritantes cuando faltan la variedad y el alegre solaz que con frecuencia el esposo y padre podría concederle a ella si así lo decidiera, o más bien si considerase necesario o deseable hacerlo. La vida de la madre mientras cumple las tareas más humildes de la casa es 69 una vida de abnegación incesante, y se agrava aún más si el esposo no aprecia las dificultades de su situación ni le da su apoyo.

Sea considerado con una esposa débil
El esposo debe manifestar gran interés en su familia. Debe ser especialmente cuidadoso de los sentimientos de una esposa débil. Puede evitarle muchas enfermedades. Las palabras bondadosas, alegres y alentadoras resultarán mucho más eficaces que las medicinas más poderosas. Infundirán ánimo en el corazón de la abatida y desanimada esposa, y la alegría infundida a la familia por los actos y las palabras de bondad, recompensarán diez veces el esfuerzo hecho.

El esposo debiera recordar que gran parte de la carga de educar a sus hijos recae sobre la madre, y que ella ejerce una gran influencia para modelar sus mentes. Esto debe inducirle a manifestar los sentimientos más tiernos, y a aliviar con solicitud sus cargas. Debe alentarla a apoyarse en su afecto, y a dirigir sus pensamientos hacia el cielo, donde hay fuerza, paz y descanso final para los cansados. No debe volver a la casa con la frente ceñuda, sino que su presencia debiera brindar alegría a la familia y estimular a la esposa a mirar hacia arriba y creer en Dios. Unidos, pueden aferrarse a las promesas de Dios y atraer su rica bendición sobre la familia.

Conduce con dulzura
Más de un marido y padre podría sacar provechosa lección del solícito cuidado del fiel pastor. Jacob, al verse instado a emprender difícil y apurada caminata, contestó:
"Los niños son tiernos, tengo ovejas y vacas paridas; y si las fatigan, en un día morirán todas las ovejas. "Me iré poco a poco al paso de la hacienda que va delante de mi, y al paso de los niños". En el camino penoso de la vida sepa el marido y padre ir "poco a poco" al paso en que pueda seguirle su compañera de viaje. En medio del gentío que corre locamente tras el dinero y el poder, aprenda el esposo y padre a medir sus pasos, a confortar 70 y a sostener al ser humano llamado a andar junto a él.

"Ayude el marido a su esposa con su simpatía y cariño constante. Si quiere que se conserve lozana y alegre, de modo que sea como un rayo de sol en la familia, ayúdele a llevar sus cargas. La bondad y la amable cortesía que le demuestre serán para ella un precioso aliento, y la felicidad que sepa comunicarle allegará gozo y paz a su propio corazón". 71

(Felicidad Y Armonía En El Hogar de E. G. de White)

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