lunes, 18 de julio de 2011

53. La Hospitalidad *


Oportunidades descuidadas
"Amador de la hospitalidad" es una de las cualidades que, según el Espíritu Santo, han de señalar al que debe llevar responsabilidad en la iglesia. Y a toda la iglesia es dada la orden: "Hospedaos los unos a los otros sin murmuraciones. Cada uno según el don que ha recibido, adminístrelo a los otros, como buenos dispensadores de las diferentes gracias de Dios". Estas amonestaciones han sido extrañamente descuidadas. Aun entre los que profesan ser cristianos se ejercita poco la verdadera hospitalidad.

Bendiciones perdidas por egoísmo
A Dios le desagrada el interés egoísta tan a menudo manifestado para "mí y mi familia". Cada familia que alberga este espíritu necesita ser convertida por los principios puros ejemplificados en la vida de Cristo. Los que se encierran en sí mismos, que no están dispuestos a agasajar visitas, pierden muchas bendiciones.
"Cuando haces comida o cena -dice Cristo-, no llames a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a vecinos ricos; porque también ellos no te vuelvan a convidar, y te sea hecha compensación. Mas cuando haces banquete, llama a los pobres, los mancos, los cojos, los ciegos; y serás bienaventurado; porque no te pueden retribuir; mas te será recompensado en la resurrección de los justos".

Estos serán huéspedes que no os costará mucho recibir. No necesitaréis ofrecerles trato costoso y de mucha preparación. Necesitaréis más bien evitar la ostentación. El calor de la bienvenida, un asiento al amor de la lumbre, y uno también a vuestra mesa, el privilegio de compartir la bendición del culto de familia, serían para muchos como vislumbres del cielo. 172 Nuestras simpatías deben rebosar más allá de nosotros mismos y del círculo de nuestra familia. Hay preciosas oportunidades para los que quieran hacer de su hogar una bendición para otros. La influencia social es una fuerza maravillosa. Si queremos, podemos valernos de ella para ayudar a los que nos rodean.

Un refugio para los jóvenes tentados
Nuestros hogares deberían ser refugios para los jóvenes que sufren tentación. Muchos hay que se encuentran en la encrucijada de los caminos. Toda influencia e impresión determinan la elección del rumbo de su destino en esta vida y en la venidera. El mal, con sus lugares de reunión, brillantes y seductores, los invita. A todos los que acudan se les da la bienvenida. En torno nuestro hay jóvenes sin familias, y otros cuyos hogares no tienen poder para protegerlos ni elevarlos, y se ven arrastrados al mal. Se encaminan hacia la ruina en la sombra misma de nuestras puertas.

Estos jóvenes necesitan que se les tienda la mano con simpatía. Las palabras bondadosas dichas con sencillez, las pequeñas atenciones para con ellos, barrerán las nubes de la tentación que se amontonan sobre sus almas. La verdadera expresión de la simpatía proveniente del cielo puede abrir la puerta del corazón que necesita la fragancia de palabras cristianas, y del delicado toque del espíritu del amor de Cristo. Si nos interesáramos por los jóvenes, invitándolos a nuestras casas y rodeándolos de influencias alentadoras y provechosas, serían muchos los que de buena gana dirigirían sus pasos por el camino ascendente.

Se lleva cuenta en el cielo
Cristo lleva cuenta de todo gasto en que se incurre al dar hospitalidad por causa suya. El provee todo lo que es necesario para esta obra. Los que por amor a Cristo alojan y alimentan a sus hermanos, haciendo lo mejor que puedan para que la visita sea provechosa para los huéspedes como para sí mismos, son anotados en el cielo como dignos de bendiciones especiales.174


(Felicidad Y Armonía En El Hogar de E. G. de White)

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