miércoles, 6 de julio de 2011

24. Posición y Responsabilidades de la Madre *


Igual al esposo
La mujer debe ocupar el puesto que Dios le designó originalmente como igual a su esposo. El mundo necesita madres que lo sean no sólo de nombre sino en todo sentido de la palabra. Puede muy bien decirse que los deberes distintivos de la mujer son más sagrados y más santos que los del hombre. Comprenda ella el carácter sagrado de su obra y con la fuerza y el temor de Dios, emprenda su misión en la vida. Eduque a sus hijos para que sean útiles en este mundo y obtengan un hogar en el mundo mejor.

La madre es la reina del hogar, y los niños son sus súbditos. Ella debe gobernar sabiamente su casa, en la dignidad de su maternidad. Su influencia en el hogar ha de ser suprema; su palabra, ley. Si ella es cristiana, bajo la dirección de Dios, conquistará el respeto de sus hijos. Se debe enseñar a los niños a considerar a su madre, no como una esclava cuyo trabajo consiste en servirlos, sino como una reina que ha de guiarlos y dirigirlos enseñándoles renglón tras renglón, precepto tras precepto.

Comparación gráfica de valores
Rara vez aprecia la madre su propia obra y a menudo atribuye un valor tan bajo a su labor que la considera como pesada rutina doméstica. Hace lo mismo día tras día, semana tras semana, sin ver resultados especialmente notables. Al fin del día no puede contar las muchas cositas que ha hecho. En comparación con lo que ha logrado su esposo, le parece que no ha hecho cosa alguna digna de mención.77 Con frecuencia el padre vuelve con aire satisfecho de sí mismo y relata orgullosamente lo que ha logrado durante el día. Sus palabras indican que ahora la madre debe servirle, porque ella no ha hecho gran cosa fuera de cuidar a los niños, preparar la comida y mantener la casa en orden. No ha actuado como negociante, pues nada ha comprado o vendido; no ha labrado la tierra; no ha actuado como mecánica; por lo tanto no ha hecho nada que la canse. El critica, censura y dicta como si fuese el señor de la creación. Esto resulta tanto más duro de soportar para la esposa y madre por cuanto se ha cansado mucho cumpliendo su deber durante el día, sin que pueda verse lo que ha hecho, y ella se descorazona realmente.

Si se descorriese el velo y ambos padres pudieran ver el trabajo del día como Dios lo ve, y discernir como su ojo infinito compara la labor de ambos, se asombrarían ante la revelación celestial. El padre consideraría sus labores con más modestia, mientras que la madre cobraría nuevo valor y energía para proseguir su tarea con sabiduría, perseverancia y paciencia. Conocería entonces su labor. Mientras que el padre trató con cosas perecederas que pasarán, la madre contribuyó a desarrollar mentes y caracteres y trabajó no sólo para este tiempo, sino para la eternidad.

Dios le señaló su obra
La madre que asume animosamente los deberes que le tocan directamente verá que la vida le resulta preciosa porque Dios le dio una obra que hacer. En esta obra no necesita forzosamente empequeñecer su mente ni dejar que su intelecto se debilite. La obra de la madre le fue asignada por Dios, a saber la de criar a sus hijos en la disciplina y admonición del Señor. Debe recordar siempre a sus tiernos intelectos el amor y temor de Dios. Cuando los corrige, debe enseñarles a considerar que son amonestados por Dios, a quien desagradan el engaño, la falsedad y las malas acciones. De esta manera el espíritu de los pequeñuelos podrá relacionarse con Dios en forma tal que todo lo que hagan y digan será para gloria de él; y en años ulteriores no serán como el junco bajo el viento y no vacilarán continuamente entre sus inclinaciones y el deber. 78

Entre todas las actividades de la vida, el deber más sagrado de la madre es para con sus hijos. Pero ¡cuán a menudo se deja de buscar alguna satisfacción egoísta! A los padres han sido confiados los intereses actuales y eternos de sus hijos. Han de empuñar las riendas del gobierno y guiar a sus familias para que honren a Dios. La ley de Dios debe ser su norma, y el amor debe regir en todo. La madre es agente de Dios para hacer cristiana a su familia. Debe dar un ejemplo de religión bíblica y demostrar cómo la influencia de esta religión ha de regirnos en los deberes y placeres diarios, al enseñar a sus hijos que pueden salvarse únicamente por la gracia, mediante la fe, que es don de Dios. Esta enseñanza constante acerca de lo que Cristo es para nosotros y para ellos y acerca de su amor, su bondad y su misericordia revelados en el gran plan de salvación, dejará en el corazón impresiones santificadas y sagradas.

Tiene una misión vitalicia
Comprenda la mujer el carácter sagrado de su obra y, con la fuerza de Dios y temiéndole, emprenda su misión en la vida. Eduque a sus hijos para que sean útiles en este mundo e idóneos para el mundo mejor. Nos dirigimos a las madres cristianas. Les suplicamos que sientan su responsabilidad como madres y no vivan para agradarse a sí mismas, sino para glorificar a Dios. Cristo no se complació a sí mismo, sino que asumió forma de siervo.

El mundo rebosa de influencias corruptoras. Las modas y las costumbres ejercen sobre los jóvenes una influencia poderosa. Si la madre no cumple su deber de instruir, guiar y refrenar a sus hijos, éstos aceptarán naturalmente lo malo y se apartarán de lo bueno. Acudan todas las madres a menudo a su Salvador con la oración: "¿Qué orden se tendrá con el niño, y qué ha de hacer?" Cumpla ella las instrucciones que Dios dio en su Palabra, y se le dará sabiduría a medida que la necesite.

Reproduce la semejanza divina
Hay un Dios en lo alto, y la luz y gloria de su trono iluminan a la madre fiel que procura educar a sus hijos para que resistan 79 a la influencia del mal. Ninguna otra obra puede igualarse en importancia con la suya. La madre no tiene, a semejanza del artista, alguna hermosa figura que pintar en un lienzo, ni como el escultor, que cincelarla en mármol. Tampoco tiene, como el escritor, algún pensamiento noble que expresar en poderosas palabras, ni que manifestar, como el músico, algún hermoso sentimiento en melodías. Su tarea es desarrollar con la ayuda de Dios la imagen divina en un alma humana.

La madre que aprecie esta obra considerará de valor inapreciable sus oportunidades. Por lo tanto, mediante su propio carácter y sus métodos de educación, se empeña en presentar a sus hijos el más alto ideal. Con fervor, paciencia y valor, se esforzará por perfeccionar sus propias aptitudes para valerse de ellas con acierto en la educación de sus hijos. A cada paso se preguntará con fervor: "¿Qué ha dicho Dios?" Estudiará su Palabra con diligencia. Tendrá su mirada fija en Cristo, para que su experiencia diaria, en el humilde círculo de sus cuidados y deberes, sea reflejo fiel de la única Vida verdadera.

Comprenda toda madre que su tiempo no tiene precio; su obra ha de probarse en el solemne día de la rendición de cuentas. Entonces se hallará que mucho fracasos y crímenes de los hombres y mujeres fueron resultado de la ignorancia y negligencia de quienes debieron haber guiado sus pies infantiles por el camino recto. Entonces se hallará que muchos de los que beneficiaron al mundo con la luz del genio, la verdad y santidad, recibieron de una madre cristiana y piadosa los principios que fueron la fuente de su influencia y éxito. 81

(Felicidad Y Armonía En El Hogar de E. G. de White)

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