miércoles, 6 de julio de 2011

18. Cultívese el jardín del Corazón


Los padres como jardineros
El Señor ha confiado a los padres una obra solemne y sagrada. Han de cultivar cuidadosamente el suelo del corazón. Pueden ser así colaboradores con Dios. El espera de ellos que guarden y atiendan cuidadosamente el jardín constituido por el corazón de sus hijos. Han de sembrar la buena simiente y quitar toda mala hierba. Es necesario eliminar todo defecto del carácter, toda mala disposición; porque si se les permite subsistir, mancillarán la belleza del carácter.

El cuidado del jardín
Prevalece en el mando la tendencia a dejar a los jóvenes seguir la inclinación natural de su propia mente. Y los padres dicen que si los jóvenes son muy desenfrenados en su adolescencia se corregirán más tarde, y que cuando tengan dieciséis o dieciocho años razonarán por su cuenta, abandonarán sus malos hábitos y llegarán por fin a ser hombres y mujeres útiles. ¡Qué error! Durante años permiten que el enemigo siembre en el jardín del corazón; permiten que se desarrollen en él malos principios, y en muchos casos todo el trabajo que se haga para cultivar ese terreno no servirá para nada.

Algunos padres han dejado a sus hijos adquirir malas costumbres, cuyos rastros podrán verse a través de toda la vida. Los padres son responsables de este pecado. Esos hijos pueden profesar ser cristianos, pero sin una obra especial de la gracia en el corazón y una reforma cabal en la vida, sus malas costumbres pasadas se advertirán en toda su experiencia y manifestarán precisamente el carácter que sus padres les permitieron adquirir.

No se debe permitir que los jóvenes aprendan lo bueno y 61 lo malo sin discriminación, creyendo que en algún momento futuro lo bueno predominará y lo malo perderá su influencia. Lo malo crecerá más ligero que lo bueno. Es posible que después de muchos años sea desarraigado lo malo que hayan aprendido; pero ¿quién querrá correr riesgos al respecto? El tiempo es corto. Es más fácil y mucho más seguro sembrar semilla limpia y buena en el corazón de vuestros hijos que arrancar las malas hierbas más tarde. Resulta difícil borrar las impresiones hechas en las mentes juveniles. ¡Cuán importante es, pues, que esas impresiones sean correctas, a fin de que las facultades elásticas de la juventud se inclinen en la debida dirección!

La siembra y la eliminación de las malezas
Durante los primeros años de la vida del niño, el suelo del corazón debe prepararse cuidadosamente para las lluvias de la gracia de Dios. Luego se han de sembrar con cuidado las semillas de la verdad y debe atendérselas con diligencia. Dios, quien recompensa todo esfuerzo hecho en su nombre, pondrá vida en la semilla sembrada; y aparecerá primero la hoja, luego la espiga y en ésta, al fin, el grano maduro. Si un campo es dejado sin cultivo, aparecerá con seguridad una cosecha de hierbas nocivas que será muy difícil exterminar. Por lo tanto, es necesario trabajar el suelo y subyugar las malas hierbas antes que las plantas preciosas puedan crecer. Antes que puedan hacerlo, debe sembrarse con cuidado la semilla. Si las madres descuidan la siembra de buena semilla y luego esperan cosechar grano precioso, se chasquearán; porque segarán espinas y cardos. El diablo vela siempre, preparado para sembrar semillas que brotarán y darán una mies abundante que concuerde con su carácter satánico.62


(Felicidad Y Armonía En El Hogar de E. G. de White)

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