El poder del amor
Los agentes del amor tienen poder maravilloso, porque son divinos. La respuesta suave que "aparta el enojo", el amor que "es sufrido y benigno", el amor que "cubre una multitud de pecados"; si aprendiéramos esta lección ¡de qué poder sanador serían dotadas nuestras vidas! La vida sería transformada y la tierra llegaría a ser la misma semejanza y el goce anticipado del cielo. Estas preciosas lecciones, enseñadas de un modo sencillo, pueden ser comprendidas hasta por los niñitos. El corazón del niño es tierno y fácilmente impresionable, y cuando nosotros, que somos mayores, lleguemos a ser "como niños", cuando aprendamos la sencillez, la dulzura y el tierno amor del Salvador, no hallaremos difícil tocar el corazón de los pequeños y enseñarles el ministerio sanador del amor.
Desde un punto de vista mundano, el dinero es poder; pero desde el punto de vista cristiano, el amor es poder. Este principio entraña fuerza intelectual y espiritual. El amor puro tiene una eficacia especial para hacer el bien, y no puede hacer otra cosa que el bien. Evita la discordia y la desgracia y produce la felicidad más verdadera. Con frecuencia las riquezas ejercen influencia para corromper y destruir; la fuerza es poderosa para hacer daño; pero la verdad y la bondad son propiedades del amor puro.
Recordemos nuestra propia infancia
No tratéis a vuestros hijos únicamente con severidad, olvidándoos de vuestra propia niñez, y olvidando que ellos no son sino niños. No esperéis de ellos que sean perfectos, ni tratéis 58 de obligarlos a actuar como hombres y mujeres en seguida. Obrando así, cerraríais la puerta de acceso que de otra manera pudierais tener hacia ellos, y los impulsaríais a abrir la puerta a las influencias perjudiciales, que permitirían a otros envenenar sus mentes juveniles antes de advertir el peligro. Los padres no deben olvidar cuánto anhelaban en su niñez la manifestación de simpatía y amor, y cuán desgraciados se sentían cuando se les censuraba y reprendía con irritación. Deben rejuvenecer sus sentimientos, y transigir mentalmente para comprender las necesidades de sus hijos.
Padres, manifestad amor a vuestros hijos: en la infancia, en la adolescencia y en la juventud. No les mostréis un rostro ceñudo, sino siempre alegre.
Cuando los pequeñuelos están en dificultad debe tranquilizárselos con cuidado. Entre la infancia y la edad adulta, los hijos no reciben generalmente la atención que debiera concedérseles. Se necesitan madres que guiarán de tal manera a sus hijos que éstos se considerarán como parte de la familia. Hable la madre con sus hijos acerca de las esperanzas y perplejidades que puedan tener. Recuerden los padres que sus hijos deben ser atendidos con preferencia a los extraños. Deben ser mantenidos en una atmósfera de sol, bajo la dirección de la madre.
Deben satisfacerse los deseos razonables
Debéis hacer sentir siempre a vuestros hijos que los amáis, que estáis trabajando en favor suyo, que anheláis su felicidad y que sólo os proponéis hacer lo que es para su bien. Debéis satisfacer sus pequeños deseos siempre que podáis hacerlo razonablemente. En el gobierno de vuestros hijos, no obréis nunca por impulso. Aunad la autoridad con el afecto. Apreciad y cultivad todo lo que es bueno y amable, y revelándoles a Cristo inducidlos a desear el bien más elevado. Al negarles las cosas que les perjudicarían, dejadles ver que los amáis y que deseáis hacerlos felices. Cuanto más desagradables sean, tanto más debéis esmeraros por manifestarles vuestro amor. Cuando el niño tenga 59 la certeza de que procuráis su felicidad, el amor quebrantará toda valla.
El amor debe expresarse
En muchas familias hace mucha falta que se exprese el afecto de unos miembros hacia otros. Aunque no es necesario manifestar sentimentalismo, lo es que se exprese amor y ternura de una manera casta, pura y digna. Muchos cultivan realmente la dureza de corazón y por sus palabras y acciones revelan la fase satánica del carácter. Siempre debe cultivarse un tierno afecto entre los esposos, entre los padres y los hijos, y entre hermanos y hermanas. Toda palabra apresurada debe ser refrenada, y no debe haber siquiera apariencia de que falte el amor mutuo. Es deber de cada miembro de la familia ser amable y hablar con bondad.
Cultivad la ternura, el afecto y el amor que se expresan en pequeñas cortesías, en palabras y en atenciones solícitas.
Cuando la madre ha obtenido la confianza de sus hijos y les ha enseñado a amarla y a obedecerle, les ha dado la primera lección en la vida cristiana. Deben amar y obedecer a su Salvador y confiar en él como aman y obedecen a sus padres y confían en ellos. El amor que con sus cuidados fieles y educación correcta de sus hijos manifiestan los padres hacia ellos es un débil reflejo del amor que Jesús tiene por sus fieles.60
(Felicidad Y Armonía En El Hogar de E. G. de White)
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