martes, 5 de julio de 2011

09. La Familia y la Ciudad


Riesgos de la vida en la ciudad
La vida en las ciudades es falsa y artificial. La inmensa pasión por el dinero, el torbellino y el afán de los placeres, la fiebre de la ostentación, el lujo y la prodigalidad son otras tantas fuerzas que impiden a la mayoría de la humanidad que cumpla el verdadero fin de la vida. Abren la puerta a una infinidad de males y ejercen sobre la juventud un poder casi irresistible. Una de las tentaciones más sutiles y peligrosas que asaltan a los niños y a los jóvenes en las ciudades es el afán de placeres.

La contaminación del ambiente
El ambiente físico de las ciudades es muchas veces un peligro para la salud. La exposición constante al contagio, el aire viciado, el agua impura, el alimento adulterado, las viviendas oscuras, malsanas y atestadas de seres humanos, son algunos de los muchos males con que se tropieza a cada paso. No era el propósito de Dios que los hombres vivieran hacinados en las ciudades, confinados promiscuamente en estrechos alojamientos. Al principio Dios puso a nuestros primeros padres entre las bellezas naturales en medio de las cuales quisiera que nos deleitásemos hoy. Cuanto mejor armonicemos con el plan original de Dios, más fácil nos sería asegurar la salud del cuerpo, de la mente y del alma.

La búsqueda de beneficios materiales
Es frecuente que los padres no sean cuidadosos en cuanto a rodear a sus hijos con las influencias correctas. Al elegir casa, piensan más en sus intereses mundanales que en la atmósfera moral y social, y los hijos traban relaciones desfavorables para el desarrollo de la piedad y la formación de un carácter íntegro.34

Las ciudades no ofrecen beneficios reales
Ni una familia en cien se beneficiará física, mental o espiritualmente por residir en la ciudad. La fe, la esperanza, el amor y la felicidad se adquieren con facilidad mucho mayor en los lugares retraídos, donde hay campos, colinas y árboles. Alejad a vuestros hijos de los espectáculos y ruidos de la ciudad, del traqueteo y bullicio de los tranvías y otros vehículos, y tendrán mentes más sanas. Resultará más fácil grabar en su corazón la verdad de la Palabra de Dios.

El traslado del campo a la ciudad
Muchos padres mudan sus hogares del campo a la ciudad, porque consideran ésta como un lugar más deseable o provechoso. Pero al hacer este cambio, exponen a sus hijos a muchas y grandes tentaciones. Los muchachos no tienen ocupación, obtienen una educación callejera y pasan de una etapa de depravación a otra, hasta que pierden todo interés en cuanto es bueno, puro y santo. ¡Cuánto mejor habría sido que los padres hubieran permanecido con sus familias en el campo, donde reinan las influencias más favorables para la fortaleza física y mental!

Mejor es sacrificar cualesquiera consideraciones mundanales, o aun todas ellas, antes de poner en peligro las almas preciosas confiadas a vuestro cuidado. Serán asaltadas por tentaciones, y se les debe enseñar a arrostrarlas; pero es vuestro deber suprimir toda influencia, romper todo hábito, cortar todo vínculo que os impidan realizar la entrega más libre, abierta y cordial de vosotros mismos y vuestras familias a Dios. En vez de la ciudad atestada, buscad algún lugar retraído, donde vuestros hijos estarán, hasta donde se pueda, protegidos de la tentación, y allí educadlos para ser útiles. 35


(Felicidad Y Armonía En El Hogar de E. G. de White)

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