La religión debe ser algo real
En la familia la religión consiste en criar a los hijos en la disciplina y admonición del Señor. Cada miembro de la familia debe ser sustentado por las lecciones de Cristo, y el interés de cada alma debe protegerse estrictamente, para que Satanás no engañe a nadie ni lo aparte de Cristo. Tal es el ideal que cada familia debe procurar alcanzar, resuelta a no fracasar ni a quedar desalentada. Cuando los padres son diligentes y vigilantes en su instrucción, cuando enseñan a sus hijos a procurar sinceramente la gloria de Dios, cooperan con él y él coopera con ellos en la salvación de las almas de aquellos hijos por quienes Cristo murió. La instrucción religiosa significa mucho más que la instrucción común. Significa que debemos orar con nuestros hijos, enseñarles cómo deben acercarse a Jesús y hablarle de todo lo que necesitan. Significa que en nuestra vida debemos demostrar que Jesús lo es todo para nosotros y que su amor nos hace pacientes, bondadosos y tolerantes, aunque firmes en lo que se refiere a mandar a nuestros hijos después de nosotros, como lo hizo Abrahán.
Si los padres son verdaderos cristianos en la familia, serán miembros útiles en la iglesia y podrán dirigir los asuntos de ésta y de la sociedad como manejan lo que concierne a su familia. Padres, no permitáis que vuestra religión consista simplemente en profesarla, mas dejadla ser una realidad. Cuando la religión es algo práctico en el hogar, se logra mucho bien. La religión inducirá a los padres a hacer la obra que Dios quiso que se hiciera en la familia. Los hijos se criarán en el temor y admonición del Señor. Para que la religión influya en la sociedad, debe influir primero en el círculo del hogar. Si se enseña a los niños a amar 126 y temer a Dios en la casa, se verá que cuando a su vez salgan al mundo estarán preparados para educar a sus propias familias para Dios, y así los principios de la verdad se implantarán en la sociedad y ejercerán una influencia poderosa en el mundo. La religión no debe divorciarse de la educación dada en la familia.
Gran importancia de la religión en el hogar
En el hogar se echa el fundamento de la prosperidad que tendrá la iglesia. Las influencias que rijan la vida familiar se extienden a la vida de la iglesia. Por lo tanto, los deberes referentes a la iglesia deben comenzar en el hogar. Teniendo buena religión en el hogar, tendremos excelente religión en las reuniones. Defendamos el fuerte del hogar. Consagremos nuestra familia a Dios, y luego hablemos y actuemos en casa como cristianos. Seamos bondadosos, tolerantes y pacientes en casa, sabiendo que enseñamos. Cada madre es una maestra y debe aprender en la escuela de Cristo, a fin de saber enseñar a sus hijos y modelar correctamente su carácter.
Postergar la instrucción religiosa es un error
Los padres cometen un terrible error cuando descuidan la obra de dar a sus hijos educación religiosa, por pensar que saldrán bien y que, al tener más edad, anhelarán obtener experiencia religiosa. ¿No podéis ver, padres, que si no implantáis las preciosas semillas de la verdad, el amor y los atributos celestiales, Satanás sembrará cizaña en el campo del corazón? Con demasiada frecuencia se deja que los niños crezcan sin religión porque sus padres piensan que son aun muy tiernos para que se les impongan deberes cristianos.
Lo referente al deber de los niños en asuntos religiosos debe decidirse en forma absoluta y sin vacilación mientras son miembros de la familia.
Padres, ¿qué conducta seguís? ¿Guía vuestra obra la idea de que en asuntos religiosos vuestros hijos deben estar libres de toda restricción? ¿Los estáis dejando sin consejo ni admonición durante su infancia y juventud? ¿Les estáis permitiendo que obren como les agrade? Si obráis así, estáis descuidando las responsabilidades que Dios os dio. 127
Adáptese la instrucción a la edad del niño
Tan pronto como los pequeñuelos tienen entendimiento, los padres deben contarles la historia de Jesús para que puedan absorber la preciosa verdad acerca del Niño de Belén. Inculcad en los niños sentimientos de piedad sencilla, que se adapten a sus años y a su capacidad. Llevad a vuestros hijos en oración a Jesús, pues él hizo posible que ellos aprendan la religión mientras aprenden a formular las palabras del idioma. En muy tierna edad, los niños son susceptibles a las influencias divinas. El Señor dedica a estos niños su cuidado especial; y cuando se crían en la disciplina y amonestación del Señor, resultan en una ayuda para sus padres, y no en un estorbo.
Ambos padres deben cultivar la religión en el hogar.
Al padre y a la madre incumbe la responsabilidad de sostener la religión en el hogar.
No se cargue la madre con tantos cuidados que no pueda dedicar tiempo a las necesidades espirituales de su familia. Soliciten los padres a Dios que los guíe en su obra. Arrodillados delante de él, obtendrán una verdadera comprensión de sus grandes responsabilidades, y podrán confiar a sus hijos a Aquel que nunca yerra en sus consejos e instrucciones.
El padre de la familia no debe dejar a la madre todo el cuidado de dar instrucción espiritual. Una gran obra debe ser hecha por los padres y las madres, y ambos deben desempeñar su parte individual en la preparación de sus hijos para el gran examen del juicio.
Esperan ver a sus padres vivir en forma consecuente
Todo deja su impresión en la mente juvenil. Ella estudia el rostro, siente la influencia de la voz, e imita la conducta ajena. Los padres irritables dan a sus hijos lecciones acerca de las cuales, en alguna época de su vida, querrán con toda el alma que fuese posible hacérselas olvidar. Los hijos deben ver en la vida de sus padres un espíritu consecuente con su fe. Llevando una vida que concuerde con sus principios y ejerciendo dominio propio, los padres pueden amoldar el carácter de sus hijos. 128
Dios honra a una familia bien ordenada
Los padres y las madres que ponen a Dios en primer lugar en su familia, que enseñan a sus hijos que el temor del Señor es el principio de la sabiduría, glorifican a Dios delante de los ángeles y delante de los hombres presentando al mundo una familia bien ordenada y disciplinada, una familia que ama y obedece a Dios, en lugar de rebelarse contra él. Cristo no es un extraño en sus hogares; su nombre es un nombre familiar, venerado y glorificado. Los ángeles se deleitan en un hogar donde Dios reina supremo, y donde se enseña a los niños a reverenciar la religión, la Biblia y al Creador. Las familias tales pueden aferrarse a la promesa: "Yo honraré a los que me honran". Los padres no deben obligar a sus hijos a tener una forma de religión, sino presentarles de una manera atractiva los principios eternos. Por su buen ánimo, su cortesía cristiana y su simpatía tierna y compasiva, los padres han de hacer atractiva la religión de Cristo: pero deben ser firmes al exigir respeto y obediencia. Los principios correctos deben quedar establecidos en la mente del niño.
¿Por qué fracasan ciertos padres?
Aunque profesan ser religiosos, ciertos padres no recuerdan a sus hijos el hecho de que debemos servir a Dios y obedecerle, sin que las conveniencias, los placeres o las inclinaciones nos impidan cumplir lo que él requiere de nosotros. "El temor de Jehová es el principio de la sabiduría". Este hecho debe entretejerse con la vida misma y el carácter. El concepto correcto de Dios por el conocimiento de Cristo, quien murió para que fuésemos salvos, debe inculcarse en la mente.
Tal vez penséis, padres, que no tenéis tiempo para hacer todo esto, pero debéis tomaros tiempo para hacer vuestra obra en la familia; de lo contrario Satanás suplirá la deficiencia. Eliminad de vuestra vida todo lo que os impida hacer esa obra, y preparad a vuestros hijos de acuerdo con las órdenes divinas. Descuidad cualquier cosa de naturaleza temporal, contentaos con vivir económicamente, reducid vuestros deseos, pero por amor de Cristo no descuidéis vuestra propia preparación religiosa ni la de vuestros hijos.129
(Felicidad Y Armonía En El Hogar de E. G. de White)
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