jueves, 14 de julio de 2011

40. Normas Morales


La inmoralidad prevalece hoy
La inmoralidad cunde por doquiera. La disolución es el pecado característico de esta era. Nunca alzó el vicio su deforme cabeza con tanta osadía como ahora. La gente parece aturdida, y los amantes de la virtud y de la verdadera bondad casi se desalientan por esta osadía, fuerza y predominio del vicio. La iniquidad prevaleciente no es del dominio exclusivo del incrédulo y burlador. Ojalá fuese tal el caso; pero no sucede así. Muchos hombres y mujeres que profesan la religión de Cristo son culpables. Aun los que profesan esperar su aparición no están más preparados para ese suceso que Satanás mismo. No se están limpiando de toda contaminación.

Han servido durante tanto tiempo a su concupiscencia, que sus pensamientos son, por naturaleza, impuros y sus imaginaciones, corruptas. Es tan imposible lograr que sus mentes se espacien en cosas puras y santas como lo sería desviar el curso del Niágara y hacer que sus aguas remontasen las cataratas. Cada cristiano tendrá que aprender a refrenar sus pasiones y a guiarse por los buenos principios. A menos que lo haga, es indigno del nombre de cristiano.

Prevalece un sentimentalismo amoroso enfermizo. Hombres casados reciben atenciones de mujeres casadas o solteras, que parecen hechizadas y pierden la razón, el discernimiento espiritual y el buen sentido; hacen aquello mismo que la Palabra de Dios condena, así como lo condenan los testimonios del Espíritu de Dios. Les son presentados claros reproches y amonestaciones, y sin embargo recorren la misma senda que otros han recorrido antes que ellos. Parecerían participar en un juego que los llena de infatuación. Satanás los induce a arruinarse, a poner en peligro la causa de Dios, a crucificar nuevamente al Hijo de Dios y a avergonzarse públicamente.130

La ignorancia, el amor a los placeres y los hábitos pecaminosos, que corrompen el alma, el cuerpo y el espíritu, llenan el mundo de lepra moral; un mortífero paludismo moral está destruyendo a millares y a decenas de millares. ¿Qué debe hacerse para salvar a nuestros jóvenes? Poco es lo que nosotros podemos hacer, pero Dios vive y reina, y él puede hacer mucho.

En contraste con el mundo
Las libertades permitidas en esta era de corrupción no deben modelar el criterio de quienes siguen a Cristo. Las manifestaciones de familiaridad que se estilan hoy no deben existir entre los cristianos que se preparan para la inmortalidad. Si la lascivia, la contaminación, el adulterio, los delitos y el homicidio están a la orden del día entre los que no conocen la verdad y se niegan a ser regidos por los principios de la Palabra de Dios, ¡cuán importante resulta que les muestren un camino mejor y más noble aquellos que profesan ser discípulos de Cristo y estar estrechamente aliados con Dios y los ángeles! ¡Cuán importante viene a ser que por su castidad y virtud se destaquen en contraste con los que son dominados por brutales pasiones!

Hombres y mujeres deben conservar su lugar
La mente de un hombre o de una mujer no desciende en un momento de la pureza y santidad a la depravación, corrupción y delincuencia. Se requiere tiempo para transformar lo humano en algo divino, o para degradar a los que fueron formados a la imagen de Dios al punto de comunicarles características brutales o satánicas. Por la contemplación nos transformamos. Aunque creado a la imagen de su Hacedor, el hombre puede educar de tal manera su mente que el pecado que antes le repugnara le resulte agradable. Al dejar de velar y orar, deja de custodiar la ciudadela de su corazón, y participa en el pecado y los delitos. El intelecto queda degradado, y es imposible elevarlo de la corrupción mientras se le educa de un modo que esclavice sus facultades morales e intelectuales y las sujete a las pasiones más groseras. Debe reñirse una guerra constante contra el ánimo carnal; y necesitamos que nos ayude la influencia 131 refinadora de la gracia de Dios, que atraerá la mente hacia arriba y la habituará a meditar en cosas puras y santas.

Norma elevada de conducta para las mujeres
Con corazón angustiado escribo que en esta época las mujeres, casadas y solteras, con demasiada frecuencia no observan la reserva necesaria. Coqueteando, estimulan las atenciones de hombres solteros y casados y los que son moralmente débiles quedan seducidos. Al tolerar estas cosas, se amortiguan los sentidos morales y se ciega el entendimiento de manera que el delito no parece pecaminoso. Se despiertan pensamientos que no se habrían despertado si la mujer hubiese conservado su lugar con toda modestia y seriedad. Puede ser que no tuvo ella misma propósito o motivo ilícito, pero estimuló a hombres que son tentados, y que necesitan toda la ayuda que puedan obtener de quienes los traten. Si ellas se hubiesen mantenido circunspectas y reservadas y si, en vez de permitirse libertades y recibir atenciones injustificables, hubiesen mantenido un alto tono moral y una dignidad apropiada, podría haberse evitado mucho mal.

Con mucha frecuencia son las mujeres las que tientan. Con un motivo u otro, requieren la atención de los hombres, casados o solteros, y los llevan adelante hasta que transgreden la ley de Dios, hasta que su utilidad queda arruinada y sus almas están en peligro. Una mujer que permita que en su presencia se pronuncie una palabra o sugestión impúdica, no es como Dios quisiera que sea; la que permite cualquier familiaridad indebida o sugestión impura no conserva su calidad de mujer semejante a Dios.

El dominio de los pensamientos
Debéis dominar vuestros pensamientos. Esta tarea no será fácil, y no podéis cumplirla sin esfuerzo aplicado y aun severo. Sin embargo, es lo que Dios os exige; es un deber que incumbe a todo ser que ha de dar cuenta. Sois responsables delante de Dios por vuestros pensamientos. Si os entregáis a imaginaciones vanas y permitís que vuestra atención se espacie en temas impuros,132 sois en cierta medida tan culpables delante de Dios como si vuestros pensamientos se hubiesen puesto en ejecución. Todo lo que impide la acción es la falta de oportunidad.

Sed fieles a vuestros votos
¡Cuán cuidadoso debe ser el esposo y padre en mantener su lealtad a sus votos matrimoniales! ¡Cuánta circunspección debe haber en su carácter, no sea que estimule en algunas jóvenes, o aun en mujeres casadas, pensamientos que no estén de acuerdo con la norma alta y santa: los mandamientos de Dios! Cristo enseña que estos mandamientos son amplísimos, y que llegan hasta los pensamientos, intentos y propósitos del corazón. Allí es donde muchos delinquen. Las imaginaciones de su corazón no son del carácter puro y santo que Dios requiere; y por muy alta que sea su vocación, por talentosos que sean ellos, Dios anotará la iniquidad contra ellos, y los contará como mucho más culpables y merecedores de su ira que aquellos que tienen menos talento, menos luz, menos influencia.

Respetad la intimidad de la familia
¡Oh, cuántas vidas quedan amargadas por el derribamiento de las paredes que encierran las intimidades de cada familia y que están destinadas a conservar su pureza y santidad! Una tercera persona recibe las confidencias de la esposa, y llega a conocer los asuntos privados de la familia. Esto constituye la estratagema de Satanás para enajenar a los esposos. ¡Ojalá esto cesase! ¡Cuántas dificultades se ahorrarían! Encerrad en vuestros propios corazones el conocimiento de vuestras faltas mutuas. Presentad vuestras dificultades a Dios solamente. El puede daros consejos correctos y consuelo seguro, impregnado de pureza y exento de amargura.133


(Felicidad Y Armonía En El Hogar de E. G. de White)

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