MARTA...
Mi mente va hacia Ud., Marta. . . Queremos verla confiando plenamente en el precioso Salvador. El la ama, dio su vida por Ud. porque le asignó valor a su alma.
Tuve un sueño no hace mucho. Paseaba por un jardín, y Ud. estaba a mi lado. Ud. decía una y otra vez: "Mire ese feo arbusto, ese árbol deforme, ese pobre botón de rosa sin desarrollar. Me hacen sentir mal, porque me parece que representan mi vida y la situación en que me encuentro delante de Dios".
Me pareció que una forma esbelta caminaba justamente delante de nosotros y decía: "Junten las rosas, los lirios y los claveles, y dejen a un lado las espinas y los feos arbustos, y no hieran las almas que están a su cuidado".
Me desperté. Me volví a dormir y el sueño se repitió. Volví a despertar y me dormí nuevamente, y el sueño se repitió por tercera vez.
Ahora quiero que Ud. considere esto y ponga a un lado su desconfianza, sus preocupaciones y sus temores. Aparte la vista de Ud. misma y mire a Jesús; retire la vista de su esposo y mire a Jesús. Dios le ha dirigido palabras de ánimo. Aférrese a ellas, obre de acuerdo con ellas, avance por fe y no por vista. "Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve" (Heb. 11:1). 839
Jesús le extiende sus manos. No permitirá que el enemigo la venza. Le dará la victoria. Tiene poder y justicia. Trate de buscarlos por Ud. misma y llegará a la desesperación porque no los encontrará. Jesús tiene ese poder y esa justicia, que serán suyos por la fe, porque Ud. ama a Dios y guarda sus mandamientos.
No escuche las mentiras de Satanás; por el contrario, enumere las promesas de Dios. Junte las rosas, los lirios y los claveles. Hable acerca de las promesas de Dios y de la fe. Confíe en Dios, porque él es su única esperanza. Él es mi única esperanza también.
Libro tremendas batallas contra la tentación al desánimo que me tiende Satanás, pero no le cederé un centímetro. No daré ventaja al enemigo sobre mi cuerpo y mi mente.
Si Ud. se mira a sí misma, verá sólo debilidad. No encontrará un Salvador allí. Sólo hallará a Jesús fuera de Ud. Debe contemplarlo y vivir, mirar a Aquel que se hizo pecado por nosotros para que pudiéramos ser purificados del pecado y recibir la justicia de Cristo.
Ahora bien, Marta, no se mire a sí misma, sino afuera, a Jesús. Hable acerca de su amor, su bondad, su poder. El no permitirá que Ud. sea tentada más allá de lo que pueda soportar.
En Cristo está su justicia. Jesús se encarga de nuestras deficiencias, porque ve que nosotros no podemos con ellas. Mientras oro por Ud. veo que una suave luz rodea una mano que se extiende para salvarla. Las palabras de Dios son nuestras credenciales.
Nos mantenemos firmes en ellas.
Amamos la verdad. Amamos a Jesús.
Los sentimientos no son evidencia del desagrado de Dios.
Su vida es preciosa a la vista del Señor. Tiene una obra que quiere que Ud. haga. Todavía no se la ha revelado, pero limítese a avanzar confiadamente sin decir una sola palabra porque podría contristar al querido Jesús manifestándole que teme confiar en él. Deposite su mano en la de él. Él se está inclinando desde las almenas del cielo para que Ud. le entregue confiadamente su mano. Oh, qué amor, qué tierno amor ha manifestado Jesús en nuestro 840 favor. Las promesas de la Biblia son los claveles, las rosas y los lirios del jardín del Señor.
Oh, cuántos avanzan por la senda oscura, mientras miran lo objetable, las cosas ingratas que hay a cada lado, cuando un paso más arriba están las flores. Creen que no tienen derecho a decir que son hijos de Dios y a confiar en las promesas que se les presentan en el evangelio, porque no tienen evidencias de la aceptación del Señor. Pasan por dolorosas luchas y afligen sus almas como Martín Lutero para poder entregarse a la justicia de Cristo.
Hay muchos que creen que sólo pueden acudir a Jesús como lo hizo el muchacho poseído por el demonio que lo arrojaba en tierra y lo despedazaba mientras lo llevaban al Salvador. Ud. no es de los que enfrentan tales conflictos y pruebas. Ricardo Baxter se sentía perturbado porque no tenía esa agonizante y humillante opinión de sí mismo que creía debía tener. Pero por fin se le explicó eso a su entera satisfacción, y la paz llegó a su alma.
No se le pide que lleve una carga por Ud. misma, porque Ud. es propiedad de Cristo. Está en sus manos. Sus brazos eternos la rodean. Su vida no ha sido pecaminosa en la acepción común del término. Tiene un temor consciente de obrar mal, una tendencia en el corazón a elegir lo recto, y ahora quiere apartar su rostro de los cardos y espinas para admirar las flores.
Fije sus ojos en el Sol de Justicia. No haga un tirano de su amado y amante Padre celestial; por lo contrario, contemple su ternura, su piedad, su vasto amor y su gran compasión. Su amor supera al de una madre por su hijo. La madre puede olvidarse de su hijo, pero "yo nunca me olvidaré de ti" (Isa. 49:15), dice el Señor. Jesús quiere que Ud. confíe en él. Que sus bendiciones descansen sobre Ud. en rica medida es mi ferviente oración.
Ud. nació con una herencia de desánimo, y necesita fomentar en sí misma constantemente sentimientos de esperanza. Recibió tanto de su padre como de su madre una peculiar actitud concienzuda, y también heredó de su 841 madre la disposición a desmerecer el yo en lugar de exaltarlo. Una sola palabra la conmueve, cuando sólo una severa reprensión podría conmover a alguien que tuviera otro temperamento. Si Ud. se encontrara donde pudiera ayudar a otros, por más pesada que fuera la carga, y por más exigente que fuera el trabajo, Ud. lo haría todo con alegría, preocupada incluso porque no está haciendo nada.
Samuel, que sirvió a Dios desde la infancia, necesitaba una disciplina diferente a la de otro que tuviera una voluntad asentada, obcecada y egoísta. Su infancia no se caracterizó por la tosquedad, aunque se manifestaron en ella los errores de la humanidad. Todo el asunto fue desplegado delante de mí. La conozco a Ud. mucho mejor de lo que Ud. se conoce a sí misma. Dios la ayudará a triunfar sobre Satanás si sencillamente confía en Jesús para librar esas duras batallas que Ud. es totalmente incapaz de llevar adelante con sus propias fuerzas finitas.
Ud. ama a Jesús, y él la ama. Ahora bien, confíe con toda paciencia en él, diciéndole una y otra vez: Señor, soy tuya. Entréguese de todo corazón a Cristo.
No es el gozo la evidencia de que Ud. es cristiana. Su evidencia se encuentra en un "Así dice Jehová". Por fe, mi querida hermana, la entrego en los brazos de Jesucristo.
Lea las siguientes estrofas y haga suyos los sentimientos que expresan: Otro refugio yo no tengo, mi alma depende sólo de ti. ¡Oh, no me dejes sola! Sigue apoyándome y consolándome. Pongo toda mi confianza en ti, todo mi auxilio proviene de ti. Cubre mi cabeza indefensa con la sombra de tus alas.
En ti encuentro abundancia de gracia, que alcanza para perdonar todos mis pecados. Haz que tus corrientes sanadoras sobreabunden. 842 Purifícame por dentro y manténme pura. Tú eres la Fuente de la vida, permíteme beber de ella en abundancia. Entra en mi corazón, levántame para toda la eternidad. Carta 35, 1887. 843
Mente Carácter Y Personalidad 2 (EGW).