martes, 25 de septiembre de 2012

X) LA SALUD MENTAL 44. “Leyes que Gobiernan la Mente”


El hombre fue creado con una mente perfectamente equilibrada.-
En el principio el Señor hizo al hombre recto. Fue creado con una mente perfectamente equilibrada, con el tamaño y la fortaleza de todos sus órganos en cabal desarrollo. Adán era un tipo de hombre perfecto. Todas las cualidades de su mente estaban bien proporcionadas; cada una de ellas tenía una función definida, no obstante, todas dependían unas de otras para su pleno y adecuado desempeño.­ 3T 72 (1872).
El Creador instituyó las leyes de la mente.-
El que creó la mente y ordenó sus leyes, dispuso su desarrollo de acuerdo con ellas.­ Ed 41 (1903).
Las grandes leyes de Dios.-
Hay grandes leyes que gobiernan el mundo de la naturaleza, y las cosas espirituales están bajo el control de principios igualmente seguros. Es necesario emplear medios que conduzcan a un fin si se desea lograr los resultados buscados. Dios ha señalado a cada hombre una obra de acuerdo con su habilidad. Las personas deben ser calificadas mediante la educación y la práctica  para hacer frente a cualquier emergencia que pudiera surgir, y se necesita planificar con sabiduría para ubicar a cada cual en su propia esfera a fin de que pueda obtener una experiencia que lo capacite para que sea capaz de asumir responsabilidades.­ 9T 221, 222 (1909).

La transgresión de las leyes de la naturaleza es pecado.-
Una constante transgresión de las leyes de la naturaleza es una permanente transgresión de la ley de Dios. El actual peso de sufrimiento y angustia que vemos por todas partes; la actual deformidad, decrepitud, enfermedad e imbecilidad que inundan el mundo, hacen de él un lazareto, en comparación con lo que Dios quería que fuera y para lo cual lo había designado; y la actual generación es débil mental, moral y físicamente. Toda esta miseria se ha ido acumulando de generación en generación, porque el hombre caído ha estado dispuesto a quebrantar la ley de Dios. Mediante la complacencia del apetito pervertido se cometen algunos pecados de mayor magnitud.­ 4T 30 (1876).
La transgresión rompe la armonía.-
El mismo poder que sostiene la naturaleza, obra también en el hombre. Las mismas grandes leyes que guían igualmente a la estrella y al átomo, rigen la vida humana. Las leyes que gobiernan la acción del corazón para regular la salida de la corriente de vida al cuerpo, son las leyes de la poderosa Inteligencia que tiene jurisdicción sobre el alma. De esta Inteligencia procede toda la vida. Unicamente en la armonía con Dios se puede hallar la verdadera esfera de acción de la vida. La condición para todos los objetos de su creación es la misma: Una vida sostenida por la vida que se recibe de Dios, una vida que esté en armonía con la voluntad del Creador. Transgredir su ley, física, mental o moral, significa perder la armonía con el universo, introducir discordia, anarquía y ruina.­ Ed 99, 100 (1903).
El efecto sigue a la causa con toda seguridad.-
Según las  leyes de Dios que rigen en la naturaleza, el efecto sigue a la causa con invariable seguridad. La siega es un testimonio de la siembra. Aquí no hay simulación posible. Los hombres pueden engañar a sus semejantes y recibir alabanza y compensación por un servicio que no han prestado. Pero en la naturaleza no puede haber engaño. La cosecha dicta sentencia de condenación para el agricultor infiel. Y en su sentido superior, esto se aplica también al campo de lo espiritual. El mal triunfa aparentemente, pero no en realidad. El niño que por jugar falta a clases, el joven perezoso para estudiar, el empleado o aprendiz que no cuida los intereses de su patrón, el hombre que en cualquier negocio o profesión es infiel a sus responsabilidades más elevadas, puede jactarse de que mientras la falta permanezca oculta obtiene ciertas ventajas. Pero no es así; se engaña a sí mismo. El carácter es la cosecha de la vida, y determina el destino tanto para esta vida como para la venidera.­ Ed 108, 109 (1903).

El poder del autoengaño.-
¡Terrible es el poder del engaño en la mente humana!.­ 1JT 474 (1876).
La mente tiene la posibilidad de discriminar.-
La mente humana está dotada de poder para discernir entre lo bueno y lo malo. Dios quiere que los hombres no decidan por impulso, sino por el peso de la evidencia, comparando cuidadosamente un pasaje de la Escritura con otro. Si los judíos hubiesen puesto a un lado los prejuicios y comparado la profecía escrita con los hechos que caracterizaban la vida de Jesús, habrían percibido una hermosa armonía entre las profecías y su cumplimiento en la vida y el ministerio del humilde Galileo.­ DTG 422, 423 (1898).
Las mentes disciplinadas tienen mayor poder de retención.­
Los hábitos de negligencia deben ser resueltamente vencidos. Muchos piensan que es suficiente excusa para sus  mayores errores el invocar su mente olvidadiza. ¿Pero no poseen ellos, lo mismo que otros, facultades intelectuales? Entonces debieran disciplinar su mente para que sea retentiva. Es un pecado olvidar, es un pecado ser negligente. Si adquirís el hábito de la negligencia, puede ser que descuidéis la salvación de vuestra propia alma y al fin halléis que no estáis preparados para el reino de Dios.­ PVGM 293 (ed. PP); 253 (ed. ACES) (1900).

La mente se adapta a las dimensiones de lo familiar.-
Es una ley de la mente que se estreche o se expanda de acuerdo con las dimensiones de las cosas con las cuales llega a familiarizarse. Las facultades mentales con toda seguridad se reducirán y perderán su capacidad de captar el profundo significado de la Palabra de Dios, a menos que se las ponga vigorosa y persistentemente a cumplir la tarea de investigar la verdad.­ RH, 17 de julio de 1888; (FE 127).
La mente se adapta a aquello en lo cual se espacia.-
Una ley del intelecto humano hace que se adapte gradualmente a las materias en las cuales se le enseña a espaciarse. Si se dedica solamente a asuntos triviales, se atrofia y se debilita. Si no se le exige que considere problemas difíciles, con el tiempo pierde su capacidad de crecer. Como instrumento educador la Biblia no tiene rival. En la Palabra de Dios, la mente halla temas para la meditación más profunda y las aspiraciones más sublimes. La Biblia es la historia más instructiva que posean los hombres. Proviene directamente de la fuente de verdad eterna, y una mano divina ha conservado su integridad y pureza a través de los siglos. . .
En ella se desarrollan los grandes problemas del deber y del destino. Se levanta la cortina que separa el mundo visible del mundo invisible, y presenciamos el conflicto de las fuerzas encontradas del bien y del mal, desde la entrada del pecado hasta el triunfo final de la rectitud y de la verdad; y todo ello no es sino una revelación del carácter de  Dios. En la contemplación reverente de las verdades presentadas en su Palabra, la mente del estudiante entra en comunión con la Mente infinita. Un estudio tal no sólo purifica y ennoblece el carácter, sino que inevitablemente amplía y fortalece las facultades mentales.­ PP 647, 648 (1890).
Nos transformamos por la contemplación.-
Hay una ley de la naturaleza intelectual y espiritual según la cual modificamos nuestro ser mediante la contemplación. La inteligencia se adapta gradualmente a los asuntos en que se ocupa. Se asimila lo que se acostumbra a amar y a reverenciar. Jamás se elevará el hombre a mayor altura que la de su ideal de pureza, de bondad o de verdad. Si se considera a sí mismo como el ideal más sublime, jamás llegará a cosa más exaltada. Caerá más bien en bajezas siempre mayores. Sólo la gracia de Dios puede elevar al hombre. Si depende de sus propios recursos, su conducta empeorará inevitablemente.­ CS 611 ( 1888).

La ley del deseo sustituto.-
Gran daño se hace por la falta de firmeza y decisión. He conocido algunos padres que decían: No te voy a dar esto o aquello, y después cedían pensando que habían sido demasiado estrictos, y daban al niño justamente lo que al principio le rehusaron. Así se provoca una herida que dura toda la vida. Es una importante ley de la mente, que no debiera ser pasada por alto, que cuando un objeto deseado es muy firmemente negado como para quitar toda esperanza, la mente pronto dejará de anhelarlo, y se ocupará de otras cosas. Pero mientras haya alguna esperanza de obtener el objeto deseado, se hará un esfuerzo para lograrlo.­ CN 266 (1882).
Las convicciones tratan de expresarse.-
Es ley de Dios que quien cree la verdad, tal como es en Jesús, la dará a conocer. Las ideas y convicciones que alberga la mente tratarán de expresarse. Todo aquel que da pábulo a la incredulidad y la crítica, todo el que se sienta capaz de juzgar la obra del  Espíritu Santo, difundirá el espíritu que lo anima. El hacerse sentir y oír, forma parte de la naturaleza de la incredulidad, la infidelidad y la resistencia a la gracia de Dios. La mente dominada por esos elementos siempre estará luchando para abrirse paso y lograr adherentes. Todos los que anden junto a un apóstata serán imbuidos de su espíritu de compartir con otros sus pensamientos, el resultado de sus propias averiguaciones y los sentimientos que los impulsan; porque no es fácil reprimir los motivos que nos inducen a la acción.­ TM 290, 291 (1896).
La expresión fortalece los pensamientos y sentimientos.-
Es una ley de la naturaleza que nuestros pensamientos y sentimientos resultan alentados y fortalecidos al darles expresión. Aunque las palabras expresan los pensamientos, éstos a su vez siguen a las palabras. Si diéramos más expresión a nuestra fe, si nos alegrásemos más de las bendiciones que sabemos que tenemos: la gran misericordia y el gran amor de Dios, tendríamos más fe y gozo. Ninguna lengua puede expresar, ninguna mente finita puede concebir la bendición resultante de la debida apreciación de la bondad y el amor de Dios. Aun en la tierra nuestro gozo puede ser como una fuente inagotable, alimentada por las corrientes que manan del trono de Dios.­ MC 195 (1905).

La mente tiene la facultad de elegir.-
Dios nos ha dado la facultad de elección; a nosotros nos toca ejercitarla. No podemos cambiar nuestros corazones ni dirigir nuestros pensamientos, impulsos y afectos. No podemos hacernos puros, propios para el servicio de Dios. Pero sí podemos escoger el servir a Dios; podemos entregarle nuestra voluntad, y entonces él obrará en nosotros el querer y el hacer según su buena voluntad. Así toda nuestra naturaleza se someterá a la dirección de Cristo.­ MC 131 (1905).
El tentador no puede nunca obligarnos a hacer lo malo. No puede dominar nuestra mente, a menos que la entreguemos a su dirección. La voluntad debe consentir y la fe abandonar  su confianza en Cristo, antes que Satanás pueda ejercer su poder sobre nosotros. Pero todo deseo pecaminoso que acariciamos le da un punto de apoyo. Todo detalle en que dejamos de alcanzar la norma divina es una puerta abierta por la cual él puede entrar para tentarnos y destruirnos. Y todo fracaso o derrota de nuestra parte le da ocasión de vituperar a Cristo.­ DTG 100, 101 (1898).
El hombre es un ser provisto de libertad moral.-
Para incitar la rebelión de la raza caída, [Satanás] hizo aparecer a Dios como injusto por haber permitido que el hombre violara su ley. Dijo el artero tentador: "Si Dios sabía cuál iba a ser el resultado, ¿por qué permitió que el hombre fuese probado, que pecara, e introdujera la desgracia y la muerte?". . .
Millares de personas repiten hoy la misma rebelde queja contra Dios. No comprenden que al quitarle al hombre la libertad de elegir, le roban su prerrogativa como ser racional y lo convierten en un mero autómata. No es el propósito de Dios forzar la voluntad de nadie. El hombre fue creado moralmente libre. Como los habitantes de todos los otros mundos, debe ser sometido a la prueba de la obediencia; pero nunca se lo coloca en una situación en la cual se halle obligado a ceder al mal. No puede sobrevenirle tentación o prueba alguna que no sea capaz de resistir. Dios tomó medidas tales, que nunca tuvo el hombre que ser necesariamente derrotado en su conflicto con Satanás. ­ PP 342, 343 (1890).
El presente afecta las decisiones futuras.-
Todo su futuro estará influenciado para bien o para mal por la senda que Ud. elija recorrer ahora.­ Carta 41, 1891.

La ventaja de inclinarse hacia la independencia personal.-
Dios no quiso nunca que una mente humana estuviese bajo el dominio completo de otra. . . Los que tienen por objeto educar a sus alumnos para que vean y sientan que  tienen en sí el poder de ser hombres y mujeres de principios firmes, preparados para afrontar cualquier situación de la vida, son los maestros de mayor utilidad y éxito permanente. Puede ser que su obra no sea vista bajo los aspectos más ventajosos por los observadores descuidados, y que sus labores no sean apreciadas tan altamente como las del maestro que domina la mente y la voluntad de sus alumnos por la autoridad absoluta; pero la vida futura de los alumnos demostrará los mejores resultados de ese mejor plan de educación.­ 1JT 317 (1872).
La mente descontrolada se debilita.-
Las facultades mentales deberían ser desarrolladas al máximo; se las debería fortalecer y ennoblecer mediante el estudio de las verdades espirituales. Si se deja que la mente se espacie casi totalmente en cosas triviales y en las actividades comunes de la vida diaria, de acuerdo con una de sus leyes invariables, se volverá débil, frívola y deficiente en poder espiritual.-­5T 272 (1885).
El prejuicio impide que la luz ilumine.-
Los que permiten que el prejuicio impida que la mente reciba la verdad, no pueden ser receptáculos de la iluminación divina. Sin embargo, cuando se presenta una interpretación de las Escrituras, muchos no preguntan "¿es correcta? ¿está en armonía con la Palabra de Dios?" sino "¿quién la sostiene?" y a menos que venga precisamente en el medio que a ellos les agrada, no la aceptan. Tan plenamente satisfechos se tienten con sus propias ideas, que no quieren examinar la evidencia bíblica con el deseo de aprender, sino que rehúsan interesarse, meramente a causa de sus prejuicios.­ TM 105, 106 (1893).
La felicidad depende de la perfecta armonía con las leyes de Dios.-
Como la ley de amor era el fundamento del gobierno de Dios, la dicha de todos los seres creados dependía de su perfecta armonía con los grandes principios de  justicia. Dios quiere que todas sus criaturas le rindan un servicio de amor y un homenaje que provenga de la apreciación inteligente de su carácter. No le agrada la sumisión forzosa, y da a todos libertad para que lo sirvan voluntariamente.­CS 547 (1888).

(Mente, Carácter y Personalidad 2 de E.G. de White)

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