Un aspecto de la educación que no debe ser
descuidado.
El pueblo de Dios no cultiva bastante la
sociabilidad cristiana. Esta rama de la educación no debe descuidarse ni
perderse de vista en nuestras escuelas. 2JT 438 (1900).
Las cualidades sociales son talentos.
Aquellos que poseen grandes cualidades
afectivas tienen ante Dios la obligación de prodigarlas no solamente a sus
amigos, sino a todos los que necesitan ayuda. Las cualidades sociales son
talentos, y hay que usarlas para beneficio de todos los que están al alcance de
nuestra influencia. PVGM 28,288 (ed. PP); 248, 249 (ed. ACES) (1900).
No son átomos independientes.
Debe enseñarse a los alumnos que no son átomos
independientes, sino que cada uno es una hebra del hilo que ha de unirse con
otras para completar una tela. En ningún departamento puede darse esta
instrucción con más eficacia que en el internado escolar. Es allí donde los
estudiantes están rodeados diariamente de oportunidades, que si las aprovechan,
les ayudarán en gran manera a desarrollar los rasgos sociales del carácter. 648
Pueden aprovechar de tal modo su tiempo y sus
oportunidades que logren desarrollar un carácter que los hará felices y útiles.
Los que se encierran en sí mismos y no están
dispuestos a prestarse para beneficiar a otros mediante amigable compañerismo,
pierden muchas bendiciones, porque merced al trato mutuo el entendimiento se
pule y refina; por el trato social se formalizan relaciones y amistades que
acaban en una unidad de corazón y en una atmósfera de amor agradables a la
vista del cielo. 2JT 438 (1900).
La importancia del trato social.
Por medio de las relaciones sociales el
cristianismo se pone en contacto con el mundo. Todo hombre o mujer que haya
probado el amor de Cristo y haya recibido en el corazón la iluminación divina,
por pedido de Dios debe arrojar luz sobre la senda tenebrosa de los que no
conocen un camino mejor. . . El poder de la sociabilidad, santificado por el
Espíritu de Cristo, debe mejorar a fin de ganar almas para el Salvador.
4T 555
(1881).
Las virtudes sociales deben ser cultivadas.
Sufrimos una pérdida cuando descuidamos la
oportunidad de reunirnos para fortalecernos y animarnos mutuamente en el
servicio de Dios. Las verdades de su Palabra pierden en nuestras mentes su
vivacidad e importancia. Nuestros corazones dejan de ser alumbrados y
vivificados por la influencia santificadora, y declinamos en espiritualidad. En
nuestra asociación como cristianos perdemos mucho por falta de simpatía mutua.
El que se encierra completamente dentro de sí mismo no está ocupando la
posición que Dios le señaló. El cultivo apropiado de los elementos sociales de
nuestra naturaleza nos hace simpatizar con otros y es para nosotros un medio de
desarrollarnos y fortalecernos en el servicio de Dios. CC 101, 102 (1892).
Jesús era muy sociable.
Toda la vida del Salvador se caracterizó por
la benevolencia desinteresada y la hermosura 649 de la santidad. El es nuestro
modelo de bondad. Desde el comienzo de su ministerio, los hombres empezaron a
comprender más claramente el carácter de Dios. Practicaba sus enseñanzas en su
propia vida. Era consecuente sin obstinación, benevolente sin debilidad, y
manifestaba ternura y simpatía sin sentimentalismo. Era altamente sociable,
aunque poseía una reserva que inhibía cualquier familiaridad. Su temperancia
nunca lo llevó al fanatismo o la austeridad. No se conformaba con el mundo, y
sin embargo prestaba atención a las necesidades de los menores de entre los hombres.
CM 249 (ed. PP); 201 (ed. ACES) (1913).
La bondad social y la dignidad humana.
A la mesa de los publicanos [Cristo] se
sentaba como distinguido huésped, demostrando por su simpatía y la bondad de su
trato social que reconocía la dignidad humana; y los hombres, en cuyos
sedientos corazones caían sus palabras con poder bendito y vivificador,
anhelaban hacerse dignos de su confianza. Despertábanse nuevos impulsos, y a
estos parias de la sociedad se les abría la posibilidad de una vida nueva. MC
16, 17 (1905).
Jesús enseñó a los discípulos los verdaderos
deberes sociales.
Cristo enseñó a sus discípulos a conducirse en
compañía de otros. Les enseñó las obligaciones y reglas de la verdadera vida
social, que son las mismas que aparecen en la ley del reino de Dios. Por medio
de su ejemplo, enseñó a sus discípulos que cuando asistieran a cualquier
reunión pública no tendrían necesidad de quedarse sin palabras. Su conversación
en medio de una fiesta difería decididamente de la que se solía escuchar en los
banquetes. Cada palabra que pronunciaba tenía sabor de vida para vida. Hablaba
con claridad y sencillez. Sus palabras eran como manzanas de oro con figuras de
plata. MeM 196 (1900).
No hay que renunciar a la comunión social.
El ejemplo de Cristo, al vincularse con los
intereses de la humanidad, 650 debe ser seguido por todos los que predican su
Palabra y por todos los que han recibido el evangelio de su gracia. No hemos de
renunciar a la comunión social. No debemos apartarnos de los demás. A fin de
alcanzar a todas las clases, debemos tratarlas donde se encuentran. Rara vez
nos buscarán por su propia iniciativa. No sólo desde el púlpito han de ser los
corazones humanos conmovidos por la verdad
divina. Hay otro campo de trabajo, más humilde tal vez, pero tan plenamente
promisorio. Se halla en el hogar de los humildes y en la mansión de los
encumbrados; junto a la mesa hospitalaria, y en las reuniones de inocente
placer social. DTG 126 (1898).
La necesidad de compañerismo.
No es pequeña la privación que se experimenta
cuando la gente se aleja de las reuniones del pueblo de Dios. Como hijos del
Altísimo debemos estar presentes en toda reunión del Señor, donde se le pida a
su pueblo que esté presente, para impartir la palabra de vida. Todos necesitan
luz y toda la ayuda que puedan conseguir, a fin de que cuando hayan oído y
recibido los preciosos mensajes del cielo, por medio de los instrumentos
señalados por Dios, puedan estar preparados para impartir a otros la luz que se
les dio. Carta 117, 1896.
La educación da forma a la estructura social.
La educación que se imparte a los jóvenes da
forma a toda su estructura social. En todo el mundo la sociedad está en
desorden, y se necesita una cabal transformación. Muchos suponen que mejores
equipos educacionales, mayores talentos y métodos más modernos, arreglarán las
cosas. Profesan creer en los oráculos divinos y recibirlos, y sin embargo le
dan a la Palabra de Dios una ubicación subalterna en la gran estructura de la
educación. Lo que debería ocupar el primer lugar se subordina a los inventos
humanos.
6T 150 (1900). 651
Influencia de la sociabilidad en el hogar.*
La misión del hogar se extiende más allá del
círculo de sus miembros. El hogar cristiano ha de ser una lección objetiva, que
ponga de relieve la excelencia de los verdaderos principios de la vida.
Semejante ejemplo será una fuerza para el bien en el mundo. La influencia de un
hogar verdadero en el corazón y la vida de los hombres es mucho más poderosa
que cualquier sermón que se pueda predicar. Al salir de semejante hogar paterno
los jóvenes enseñarán las lecciones que en él hayan aprendido. De este modo
penetrarán en otros hogares principios de vida más nobles, y una influencia
regeneradora obrará en la sociedad.MC 271, 272 (1905).
La sociabilidad es un imán poderoso.
La bondad y sociabilidad cristianas son
factores poderosos para ganar los afectos de la juventud. CM 200 (ed. PP); 161
(ed. ACES) (1902).
Se desmorona la estructura de la vida social.
La doctrina de que los hombres no están
obligados a obedecer los mandamientos de Dios ha debilitado ya el sentimiento
de la responsabilidad moral y ha abierto anchas compuertas para que la
iniquidad anegue el mundo. La licencia, la disipación y la corrupción nos
invaden como ola abrumadora. Satanás está trabajando en el seno de las
familias. Su bandera flota hasta en los hogares de los que profesan ser
cristianos. En ellos se ven la envidia, las sospechas, la hipocresía, la
frialdad, la rivalidad, las disputas, las traiciones y el desenfreno de los
apetitos. Todo el sistema de doctrinas y principios religiosos que deberían
formar el fundamento y marco de la vida social, parece una mole tambaleante a
punto de desmoronarse en ruinas.
CS 642, 643 (1888).
Los estatutos divinos impiden la injusticia
social.
Dios 652 quería poner freno al amor excesivo a
los bienes terrenales y al poder. La acumulación continua de riquezas en manos
de una clase, y la pobreza y degradación de otra clase, eran cosas que
producían grandes males. El poder desenfrenado de los ricos resultaría en
monopolio, y los pobres, aunque en todo sentido tuvieran tanto valor como
aquéllos a los ojos de Dios, serían considerados y tratados como inferiores a
sus hermanos más afortunados.
Al sentir la clase pobre esta opresión, se
despertarían en ella las pasiones. Habría un sentimiento de desesperación que
tendería a desmoralizar la sociedad y a abrir la puerta a crímenes de toda
índole. Los reglamentos que Dios estableció tenían por objeto fomentar la
igualdad social. Las medidas del año sabático y del año de jubileo habían de
corregir mayormente lo que en el intervalo se hubiera desquiciado en la
economía social y política de la nación.
PP 575 (1890).
Las clases sociales son una prueba para el
desarrollo del carácter.
Nunca fue el propósito de Dios que no hubiera
pobres en el mundo. Las clases sociales nunca llegarían a igualarse, porque la
diversidad de condición que caracteriza nuestra raza es uno de los medios
designados por Dios para probar y desarrollar el carácter.
Muchos han insistido con gran entusiasmo en
que todos los hombres deberían participar en forma igualitaria de las
bendiciones temporales de Dios, pero ése no era el propósito del Creador.
Cristo dijo que a los pobres siempre los tendríamos con nosotros. Los pobres,
igual que los ricos, han sido adquiridos por medio de su sangre; y entre sus
profesos seguidores, en la mayoría de los casos, los primeros lo sirven con
dedicación, mientras los últimos están constantemente poniendo sus afectos en
los tesoros terrenales, y se olvidan de Cristo. Los cuidados de esta vida y la
codicia de las riquezas eclipsan la gloria del mundo eterno. La mayor desgracia
que le podría sobrevenir a la humanidad sería que todos fueran puestos en pie
de igualdad en cuanto a las posesiones terrenales. 4T 551, 552 (1881). 653
Las clases sociales están fuera de la ley a la
vista de Dios.
La religión de Cristo eleva al que la recibe a
un nivel superior de pensamiento y acción, al mismo tiempo que presenta a toda
la especie humana como igual objeto del amor de Dios habiendo sido comprada por
el sacrificio de su Hijo. A los pies de Jesús, los ricos y los pobres, los
sabios y los ignorantes, se encuentran sin diferencia de casta o de
preeminencia mundanal. Todas las distinciones terrenas son olvidadas cuando
consideramos a Aquel que traspasaron nuestros pecados.
La abnegación, la condescendencia, la
compasión infinita de Aquel que está muy ensalzado en el cielo, avergüenzan el
orgullo de los hombres, su estima propia y sus castas sociales. La religión
pura y sin mácula manifiesta sus principios celestiales al unir a todos los que
son santificados por la verdad. Todos se reúnen como almas compradas por
sangre, igualmente dependientes de Aquel que las redimió para Dios. OE 345
(1915).
Remedio para los males sociales.
Josafat debió gran parte de su prosperidad
como gobernante a estas sabias medidas tomadas para suplir las necesidades
espirituales de sus súbditos [la designación de sacerdotes para enseñar]. Hay
mucho beneficio en la obediencia a la ley de Dios. En la conformidad con los
requerimientos divinos hay un poder transformador que imparte paz y buena
voluntad entre los hombres. Si las enseñanzas de la Palabra de Dios ejercieran
una influencia dominadora en la vida de cada hombre y mujer, y los corazones y
las mentes fuesen sometidos a su poder refrenador, los males que ahora existen
en la vida nacional y social no hallarían cabida. De todo hogar emanaría una
influencia que haría a los hombres y mujeres fuertes en percepción espiritual y
en poder moral, y así naciones e individuos serían colocados en un terreno
ventajoso.
PR 143 (1917).
El cultivo apropiado de las relaciones
sociales produce felicidad.
A los que vivían lejos del tabernáculo la
asistencia 654 a las fiestas anuales les requería más de un mes de cada año. Este
ejemplo de devoción a Dios debe recalcar la importancia de los servicios
religiosos y la necesidad de subordinar nuestros intereses egoístas y mundanos
a los que son espirituales y eternos.
Sufrimos una pérdida si hacemos caso omiso del privilegio de reunirnos
para fortalecernos y alentarnos unos a otros en el servicio de Dios.
Las
verdades de su palabra pierden entonces para nuestra mente su vigor e
importancia. Nuestro corazón deja de sentirse iluminado e inspirado por la
influencia santificadora, y decae nuestra espiritualidad. En nuestro trato
mutuo como cristianos perdemos mucho por carecer de simpatía unos hacia otros.
El que se encierra en sí mismo no desempeña bien la misión que Dios le ha
encargado. Somos todos hijos de un solo Padre y dependemos unos de otros para
ser felices. Somos objeto de los requerimientos de Dios y la humanidad. Al
cultivar debidamente los elementos sociales de nuestra naturaleza simpatizamos
con nuestros hermanos y los esfuerzos que hacemos por beneficiar a nuestros semejantes,
nos proporcionan felicidad.
PP 582, 583 (1890).
Las relaciones mutuas deben ser regidas por el
amor divino.
Estoy constantemente presentando la necesidad
que tiene cada hombre de hacer lo mejor que pueda como cristiano, de prepararse
para alcanzar el grado de crecimiento, expansión de la mente y nobleza del
carácter que cada uno pueda tener. En todo lo que hagamos, debemos sostener una
relación cristiana unos con otros. Debemos emplear toda la fuerza espiritual
para la ejecución de planes sabios en una acción fervorosa. Los dones de Dios
han de ser usados para la salvación de las almas. Nuestras relaciones mutuas no
han de ser gobernadas por normas humanas; sino por el amor divino, el amor
expresado en el don de Dios a nuestro mundo.
CM 243 (ed. PP); 196 (ed. ACES)
(1913).
Las relaciones sociales ayudan a ganar almas.
Especialmente 655 aquellos que han gustado el
amor de Cristo debieran desarrollar sus facultades sociales; pues de esta
manera pueden ganar almas para el Salvador. Cristo no debiera ser ocultado en
sus corazones, encerrado como tesoro codiciado, sagrado y dulce, que sólo ha se
ser gozado por ellos; ni tampoco debieran ellos manifestar el amor de Cristo
sólo hacia aquellos que les son más simpáticos.
Se debe enseñar a los alumnos la manera de
demostrar, como Cristo, un amable interés y una disposición sociable para con
los que se hallan en la mayor necesidad, aun cuando los tales no sean sus
compañeros preferidos. En todo momento y en todas partes, manifestó Jesús
amante interés en la familia humana y esparció en derredor suyo la luz de una
piedad alegre. Debe enseñarse a los estudiantes a seguir sus pisadas. Se les ha
de enseñar a manifestar interés cristiano, simpatía y amor hacia sus compañeros
jóvenes y a empeñarse en atraerlos a Jesús; Cristo debiera ser en sus corazones
como un manantial de agua que brote para vida eterna, que refresque a todos
aquellos con quienes tratan. 2JT 438, 439 (1900).
Todos debemos llegar a ser testigos de Jesús.
El poder social, santificado por la gracia de Cristo, debe ser aprovechado para
ganar almas para el Salvador. Vea el mundo que no estamos egoístamente absortos
en nuestros propios intereses, sino que deseamos que otros participen de
nuestras bendiciones y privilegios. Dejémoslo ver que nuestra religión no nos
hace faltos de simpatía ni exigentes. Sirvan como Cristo sirvió, para beneficio
de los hombres, todos aquellos que profesan haberle hallado.
DTG 127 (1898). MCP2 EGW