1. EL DECÁLOGO
El conocimiento de la culpa.-
Dios
no quería que nuestros primeros padres tuvieran conocimiento de la culpa.
Cuando ellos aceptaron los asertos de Satanás, que eran falsos, entraron en
nuestro mundo la desobediencia y la transgresión. Esta desobediencia a la orden
expresa de Dios, el hecho de creer las mentiras de Satanás, abrió las
compuertas del mal sobre el mundo. RH, 5 de abril de 1898.
La naturaleza se debilitó.-
La
transgresión de la Ley de Dios dejó desgracia y muerte en su estela. Por la
desobediencia se pervirtieron las facultades del hombre, y el egoísmo reemplazó
al amor. Su naturaleza se debilitó de tal manera, que le resultó imposible
resistir el poder del mal; el tentador vio que se cumplía su propósito de
estorbar el plan divino de la creación del hombre y de llenar la tierra de
miseria y desolación. Los hombres habían elegido a un gobernante que los
encadenaba como cautivos a su carro. CM 33 (ed. PP); 30 (ed. ACES) (1913).
La Ley de Dios es fácil de
comprender.-
No hay
misterio 584 en la Ley de Dios. La inteligencia más débil puede captar estas
reglas para regular la vida y formar el carácter de acuerdo con el Modelo
divino. Si los hijos de los hombres se dispusieran a obedecer esta Ley en la
mayor medida de su posibilidad, obtendrían fuerza intelectual y capacidad de
discernimiento para comprender mejor los propósitos y planes de Dios. Y este
progreso no sólo se produciría durante esta vida presente, sino que continuaría
durante las edades eternas. RH, 14 de setiembre de 1886.
Maravillosa en su sencillez.-
¡Cuán
maravillosa es la Ley de Jehová en su sencillez, su amplitud y su perfección!
En los propósitos y los fines de Dios hay misterios que la mente finita es
incapaz de comprender. Y porque no podemos sondear los secretos de la sabiduría
infinita y de su poder, nos llenamos de reverencia frente al Altísimo. RH, 14
de setiembre de 1886.
Perfecta armonía entre la Ley y el
evangelio.-
Hay
perfecta armonía entre la Ley de Dios y el evangelio de Jesucristo. "Yo y
el Padre una cosa somos" dijo el gran Maestro. El evangelio de Cristo es
la buena nueva de su gracia, por medio de la cual el hombre puede ser liberado
de la condenación del pecado y capacitado para obedecer la Ley de Dios. El
evangelio señala hacia el código moral como regla de vida. Esa Ley, mediante sus
demandas de una obediencia sin desviaciones, le muestra continuamente al
pecador el evangelio del perdón y la paz.
Dice
el gran apóstol: "¿Luego por la fe invalidamos la ley? En ninguna manera,
sino que confirmamos la ley" (Rom. 3: 31). Y de nuevo declara que "la
ley a la verdad es santa, y el mandamiento santo, justo y bueno" (Rom. 7:
12). Establecer amor supremo a Dios y un amor igual a nuestros semejantes es
indispensable, a la vez, para la gloria de Dios y la felicidad de los humanos.
RH, 27 de setiembre de 1881. 585
Una regla completa para la vida.-
Dios
le ha dado al hombre en su Ley una regla completa para la vida. Si obedece,
vivirá por ello, mediante los méritos de Cristo. Si la transgrede, ella tiene
poder para condenar. La Ley orienta a los hombres a Cristo, y Cristo les señala
la Ley. NEV 140 (1885).
Amplia en sus requerimientos.-
La Ley
de Dios, tal como se presenta en las Escrituras, es amplia en sus
requerimientos. Cada principio es santo, justo y bueno. Ella impone a los
hombres obligaciones frente a Dios. Alcanza hasta los pensamientos y
sentimientos, y producirá una convicción de pecado en quien esté persuadido de
haber transgredido sus requerimientos. Si la Ley abarcara sólo la conducta
externa, los hombres no serían culpables de sus pensamientos, deseos y
designios erróneos. Pero ella requiere que el alma misma sea pura y la mente
santa, que los pensamientos y sentimientos estén de acuerdo con la norma de
amor y justicia. 1MS 248 (1898).
Sólo el hombre es desobediente.-
El
hombre por sí mismo es desobediente a las leyes de Jehová. Cuando el Señor
ordena a la naturaleza que dé testimonio de las cosas que él ha hecho, ésta
instantáneamente testifica de la gloria de Dios. 3CBA 1162 (1898).
Todos debemos conformarnos a la
Ley de Dios.-
Cristo
vino para dar un ejemplo de perfecta conformidad con la Ley de Dios, tal como
se requiere de todos, desde Adán, el primer hombre, hasta el último hombre que
viva en la tierra. Declaró que su misión no consistía en destruir la Ley sino
en cumplirla mediante una perfecta y cabal obediencia. De esa manera la
magnificó y engrandeció. Por medio de su vida manifestó su naturaleza
espiritual. A la vista de los seres celestiales, de los mundos que no han caído
y de un mundo desobediente, desagradecido e impío, él cumplió los abarcantes
principios de la Ley. 586
Vino
para demostrar el hecho de que la humanidad, aliada por la fe con la divinidad,
puede guardar los Mandamientos de Dios. Vino para poner en claro el carácter
inmutable de la Ley de Dios, para declarar que la desobediencia y la
transgresión nunca serán premiadas con la vida eterna. Vi no como hombre a la
humanidad, para que ésta pudiera tocar la humanidad, mientras la Divinidad se
aferraba del trono del Altísimo.
Pero
en ningún caso vino para disminuir la obligación del hombre de ser
perfectamente obediente. No destruyó la validez de las Escrituras del Antiguo
Testamento. Cumplió lo que había sido predicho por Dios mismo. Vino, no para
liberar a los hombres de los requerimientos de la ley, sino para abrir un
camino por medio del cual pudieran obedecer esa Ley y enseñar a otros a hacer
lo mismo. RH, 15 de noviembre de 1898.
Dios no anula su Ley.-
El
Señor no salva a los pecadores por medio de la abrogación de su Ley, fundamento
de su gobierno en el cielo y en la tierra. Dios es juez y guardián de la
justicia. La transgresión de su Ley en una sola instancia, en el más pequeño
detalle, es pecado. El Altísimo no puede dejar a un lado su Ley ni descartar el
más pequeño de los Mandamientos para perdonar el pecado. La justicia, la
excelencia moral y la Ley deben ser sostenidas y vindicadas delante del
universo celestial. Y esa santa Ley no podía ser avalada por un precio menor
que la muerte del Hijo de Dios. RH, 15 de noviembre de 1898.
Las
leyes de Dios no fueron anuladas por él.-
Dios
no anula sus leyes. No obra contrariamente a ellas. No deshace la obra del
pecado: la transforma. Por medio de su gracia, la maldición se convierte en
bendición.Ed 148 (1903).
2. LA LEY DE DIOS EN EL MUNDO
FÍSICO
Leyes que surgen del amor.-
Las
leyes de Dios se fundan 587 en una inmutable rectitud, y han sido conformadas
para promover la felicidad de los que las obedecen. HHD 269 (1888).
Los
principios que cada instrumento humano debe obedecer fluyen del corazón de amor
infinito. 2MS 247 (1893).
La ley del servicio.-
Los
seguidores de Cristo han sido redimidos para servir. Nuestro Señor enseña que
el verdadero objeto de la vida es el ministerio. Cristo mismo fue obrero, y a
todos sus seguidores les presenta la ley del servicio, el servicio a Dios y a
sus semejantes. Aquí Cristo presenta al mundo un concepto más elevado acerca de
la vida de lo que jamás ellos habían conocido. Mediante una vida de servicio en
favor de otros, el hombre se pone en íntima relación con Cristo. La ley del
servicio viene a ser el eslabón que nos une a Dios y a nuestros semejantes.
PVGM 262 (ed. PP); 228 (ed. ACES) (1900).
La ley establece que nadie vive
para sí mismo.-
Bajo
la dirección de Dios, Adán debía quedar a la cabeza de la familia terrenal y
mantener los principios de la familia celestial. Ello habría ocasionado paz y
felicidad. Pero Satanás estaba resuelto a oponerse a la ley de que nadie
"vive para sí" (Rom. 14: 7). El deseaba vivir para sí. Procuraba
hacer de sí mismo un centro de influencia. Eso incitó la rebelión en el cielo,
y la aceptación de este principio de parte del hombre trajo el pecado a la
tierra. Cuando Adán pecó, el hombre quedó separado del centro ordenado por el
cielo. El demonio vino a ser el poder central del mundo. Donde debía estar el
trono de Dios, Satanás colocó el suyo. El mundo trajo su homenaje, como ofrenda
voluntaria, a los pies del enemigo. CM 33 (ed. PP); 29, 30 (ed. ACES) (1913).
Enseñad a los niños a obedecer
las leyes de la naturaleza y de la revelación.-
Vosotros
que tenéis sobre vuestro corazón el bien de vuestros hijos y queréis verlos
crecer con gustos y apetitos no pervertidos, debéis abriros paso con
perseverancia y urgencia contra los sentimientos y las prácticas 588 populares.
Si queréis prepararlos para ser útiles sobre la tierra y obtener la recompensa
eterna en el reino de gloria, debéis enseñarles a obedecer las leyes de Dios,
manifestadas tanto en la naturaleza como en la revelación, en vez de seguir las
costumbres del mundo. Te 139 (1883).
Remedio para la delincuencia
juvenil.-
Si los
padres y las madres hubieran seguido las indicaciones dadas por Cristo, no
leeríamos ni oiríamos ahora de pecados y crímenes cometidos no sólo por
adultos, sino incluso por jóvenes y niños. Las malas condiciones de la sociedad
existen porque los padres no han prestado atención a esta instrucción, y no
adiestraron ni educaron a sus hijos para que respetaran y honraran los santos
mandatos de Dios.
Hasta
los maestros religiosos han dejado de presentar la elevada norma por medio de
la cual se mide el carácter, porque se ha cesado de respetar los preceptos que
Dios ha dado, que son santos, justos y buenos. Los hombres han asumido la
responsabilidad de erigir una norma en armonía con sus propias ideas, y así se
ha deshonrado la ley de Jehová. Por eso la iniquidad es tan grande, y se ha
difundido tanto. Por eso nuestros días están asemejándose a los de Noé y Lot.
RH, 2 de mayo de 1893.
Relación entre la ley moral y
las leyes físicas.-
Hay
una íntima relación entre la ley moral y las leyes que Dios ha establecido en
el mundo físico. Si los hombres fueran obedientes a la Ley de Dios, y pusieran
en práctica en sus vidas los principios de sus diez preceptos, las normas de
justicia que enseñan serían una salvaguardia contra los malos hábitos. Pero
como por la complacencia del apetito pervertido su virtud ha declinado, se han
debilitado como consecuencia de sus propias costumbres inmorales y la violación
de las leyes físicas.
El
sufrimiento y la angustia que vemos por todas partes, la deformidad, la
decrepitud, la enfermedad y la imbecilidad que inundan ahora el mundo, hacen de
él un lazareto 589 en comparación con lo que podría haber sido, inclusive
ahora, si se obedeciera la ley moral que Dios ha implantado en nuestro ser. Por
su persistente violación de estas leyes, el hombre ha agravado muchísimo los
males resultantes de la transgresión del Edén. RH, 11 de febrero de
1902.
La ley de la administración
divina.-
El
cristiano debe ser de beneficio para los demás. De ese modo, él también recibe
beneficio. "El que saciare, él también será saciado" (Prov. 11: 25).
Esta ley es la ley de la administración divina, una ley por medio de la cual
Dios determina que se mantengan las corrientes de la beneficencia, así como las
aguas del gran abismo, en constante circulación, regresan perpetuamente a su
fuente. En el cumplimiento de esta ley se encuentra el poder de las misiones
cristianas. 7T 170 (1902).
Leyes que gobiernan la
naturaleza física.-
En la
providencia de Dios, las leyes que gobiernan nuestra naturaleza física, con las
sanciones que resultan de su violación, se han expuesto con tanta claridad, que
los seres inteligentes las pueden entender, y todos están bajo la más solemne
obligación de estudiar este tema y vivir en armonía con la ley natural. Deben
exponerse los principios de la salud, y la mente del público debe ser
intensamente sacudida por esta investigación.- RH, 11 de febrero de 1902.
Los
hábitos físicos correctos promueven la superioridad mental. La potencia
intelectual, el vigor físico y la duración de la vida dependen de leyes
inmutables. El Dios de la naturaleza no se interpondrá para preservar a los
hombres de las consecuencias de la violación de los requerimientos de la
naturaleza. El que lucha por el señorío debe ser temperante en todas las cosas.
La claridad mental y la firmeza de propósito de Daniel, su poder para adquirir
conocimientos y resistir la tentación, se debían en extenso grado a la sencillez
de su régimen alimentario, en relación con su vida de oración. MJ 240 (1903).
590
La siembra y la cosecha.-
En las
leyes por las cuales Dios rige la naturaleza, el efecto sigue a la causa con
certeza infalible. La siega testificará de lo que fue la siembra.- El obrero
perezoso será condenado por su obra. La cosecha testifica contra él. Así
también en las cosas espirituales: se mide la fidelidad de cada obrero por los
resultados de su obra. El carácter de su obra, sea él diligente o perezoso, se
revela por la cosecha. Así se decide su destino para la eternidad. PVGM 62
(ed. PP); 56 (ed. ACES) (1900).
Hay quienes creen solamente en
lo que entienden.-
Hay
hombres que declaran orgullosamente que sólo creen en lo que entienden. Pero la
insensatez de su pretendida sabiduría resulta evidente para toda mente capaz de
pensar. Hay misterios en la vida humana y en las manifestaciones del poder de
Dios sobre las obras de la naturaleza, que ni la filosofía más profunda ni la
investigación más amplia podrán explicar jamás. RH, 14 de setiembre de 1886.
3. OTRAS LEYES
Ley de la acción obediente.-
La
actividad acrecienta la fuerza. En el universo de Dios reina perfecta armonía.
Todos los seres celestiales están en constante actividad; y el Señor Jesús nos
dio a todos un ejemplo de la obra de su vida. Anduvo "haciendo
bienes". Dios ha establecido la ley de la acción obediente. Todas las
cosas creadas ejecutan callada pero incesantemente la obra que les fue
señalada. El océano está en continuo movimiento. La naciente hierba que hoy es
y mañana es arrojada en el horno, cumple su encargo vistiendo de hermosura los
campos. Las hojas se mueven sin que mano alguna las toque. El sol, la luna y
las estrellas cumplen útil y gloriosamente su misión. NB 95, 96 (1915).
Dominio universal de la ley
Toda
la naturaleza se ilumina 591 para aquel que aprende así a interpretar sus
enseñanzas; el mundo es un libro de texto; la vida, una escuela. La unidad del
hombre con la naturaleza y con Dios, el dominio universal de la ley, los resultados
de la transgresión, no pueden dejar de hacer impresión en la mente y modelar el
carácter. Ed 100 (1903).
Transgredir las leyes de la
naturaleza es transgredir las leyes de Dios.-
Una
transgresión constante de las leyes de la naturaleza es una transgresión
constante de la ley de Dios. Si los hombres hubieran sido siempre obedientes a
los Diez Mandamientos, y hubieran puesto en práctica en sus vidas los
principios de esos preceptos, no existiría la corriente de enfermedad que ahora
inunda el mundo. CTBH 8, 1890; (CH 20).
La transgresión produce
sufrimiento mental y físico.-
La
naturaleza levanta su protesta contra toda transgresión de las leyes de la
vida. Soporta el abuso tanto como puede pero finalmente llega la retribución, y
entonces sufren las facultades mentales y físicas. Y el castigo no recae sólo
sobre el transgresor; los efectos de la complacencia se echan de ver en su
descendencia, y de este modo el mal pasa de una generación a la otra.
Muchos
se quejan de la Providencia cuando sus amigos sufren o son llevados por la
muerte; pero no es el plan de Dios que los hombres y las mujeres soporten vidas
de sufrimiento y mueran prematuramente con su tarea inconclusa. Dios quiere que
vivamos la plena medida de nuestros días, con cada órgano en condición de
salud, cada cual llevando a cabo su tarea asignada. Es injusto acusar al Señor
de resultados que en muchos casos son consecuencia de la propia transgresión,
por parte del individuo, de la ley natural. RH, 11 de febrero de 1902.
Respuesta Al Deísmo.-
Muchos
enseñan que la materia posee poderes vitales; que se le impartieron ciertas
propiedades 592 y luego se la dejó actuar mediante su propia energía inherente;
que las operaciones de la naturaleza se llevan a cabo en conformidad con leyes
fijas, en las cuales Dios mismo no puede intervenir. Esta es una ciencia falsa,
y no está respaldada por la Palabra de Dios. La naturaleza es la sierva de su
Creador. Dios no anula sus leyes, ni tampoco obra contrariándolas: las usa
continuamente como sus instrumentos. La naturaleza atestigua que hay una
inteligencia, una presencia y una energía activa, que obran dentro de sus leyes
y mediante ellas. Existe en la naturaleza la acción del Padre y del Hijo.
Cristo dice "Mi Padre hasta ahora obra, y yo obro" (Juan 5: 17). PP
106, 107 (1890).
La obediencia trae felicidad.-
Al
mismo tiempo que aprenden [los estudiantes] a estudiar lecciones que enseñan
todas las cosas creadas y todas las circunstancias de la vida, muéstreseles que
las mismas leyes que rigen las cosas de la naturaleza y los sucesos de la vida
deben regirnos a nosotros; que son promulgadas para nuestro bien; y que
únicamente obedeciéndolas podemos hallar felicidad y éxito verdaderos. Ed 103
(1903).
Los abarcantes principios de la
Ley.-
En sus
enseñanzas, Cristo mostró cuán abarcantes son los principios de la Ley
pronunciados desde el Sinaí. Hizo una aplicación viviente de aquella Ley cuyos
principios permanecen para siempre como la gran norma de justicia: la norma por
la cual serán juzgados todos en aquel gran día, cuando el juez se siente y se
abran los libros. El vino para cumplir toda justicia y, como cabeza de la
humanidad, para mostrarle al hombre que puede hacer la misma obra, haciendo frente
a cada especificación de los requerimientos de Dios. Mediante la medida de su
gracia proporcionada al ser humano, nadie debe perder el cielo. Todo el que se
esfuerza, puede alcanzar la perfección del carácter. Esto se convierte en el
fundamento mismo del nuevo pacto del evangelio. La Ley de Jehová 593 es el
árbol. El evangelio está constituido por las fragantes flores y los frutos que
lleva. 1MS 248, 249 (1898).
La más elevada sensación de
libertad.-
En la
obra de la redención no hay compulsión. No se emplea ninguna fuerza exterior.
Bajo la influencia del Espíritu de Dios, el hombre está libre para elegir a
quien ha de servir. En el cambio que se produce cuando el alma se entrega a
Cristo, hay la más completa sensación de libertad. La expulsión del pecado es
la obra del alma misma. Por cierto, no tenemos poder para librarnos a nosotros
mismos del dominio de Satanás; pero cuando deseamos ser libertados del pecado,
y en nuestra gran necesidad clamamos por un poder exterior y superior a
nosotros, las facultades del alma quedan dotadas de la fuerza divina del
Espíritu Santo y obedecen los dictados de la voluntad, en cumplimiento de la
voluntad de Dios. DTG 431, 432 (1898). 594 2MCP EGW